No se trata de promover o reprimir, de alentar o rechazar. Comprender, comprender, comprender. Y en todo caso, estar siempre presente, incluso en la vileza más nefasta.
El que observa al experimentador permanece sin movimiento. ¿Dónde o cómo moverse cuando se abarca todo el espacio? El experimentador, cuando nota que es observado por lo que no juzga, se aquieta de inmediato, su inteligencia se agudiza y deja de ser vapuleado por los acontecimientos. El experimentador acaba porque nunca en realidad fue por sí mismo, solo se apareció como proyección. El ser absoluto funde toda conciencia de ser. El "yo soy" reivindicativo ante las apariencias ya no tiene fundamento cuando la paz es perfecta. Padre, hijo y espíritu santo: tres en uno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario