Cuando una tromba de agua inutiliza los limpiaparabrisas del coche y convierte la tarde en noche cerrada y los ruegos en aullidos, cualquier conductor sensato puede perder los nervios. Este no era el caso de Jon, cuyo estado de exaltación era casi permanente. Para él no entrañaba dificultad matar a alguien, lo difícil era encontrar un motivo que dejara tranquila la conciencia de los investigadores que necesitaban causas que explicaran los hechos. <<Qué idiotas, a estas alturas y aún creyendo que la vida tiene lógica>>.
Jon miró a su derecha. En el asiento del copiloto estaba sentado su hermano, quizá la persona que más admiraba, alguien que había salido de situaciones muy putas desde niño y ahora era un hombre respetable. Le metió un codazo brutal que le fracturó de inmediato la nariz y lo dejó semiinconsciente. Rápidamente extrajo de la guantera una pistola y le disparó en la base del cráneo a su amado hermano. Abrió la puerta del coche y con el pie empujó su cadáver hasta hacerlo caer al asfalto de una carretera secundaria, inundada y desolada. Arrancó y se fue sin mirar atrás.
En los días de lluvia aún siente algo, pero no sabe explicar bien el qué.
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Publicado en Proyecto Sherezade.
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