En 1971, ingenieros de la Unión Soviética provocaron un incendio en un gran agujero lleno de gas en el desierto de Turkmenistán. Previendo que las llamas se extinguirían en unos días, se sorprendieron al comprobar que el fuego continuaba vivo. Y así sigue 53 años después en ese sitio conocido como “La Puerta al Infierno”.
Comenté este asunto con el padrino y le sugerí que nuestra familia podría preparar algo parecido aquí, a las afueras de Burgos. Algo más humilde, claro, una especie de postigo al limbo, un agujero de fuego donde echar los cuerpos de aquellos que están en contra de la prosperidad de nuestra familia y que no caben en el contenedor de residuos biológicos. Algunos círculos de la policía nos llaman mafiosos. La gente usa las palabras con mucha ligereza. Somos una familia unida que ama la tradición de hacer lo que nos sale de los cojones, con negocios y algunos amigos de usos algo bruscos, pero nobles de riñón, que ponen orden entre quienes opinan que las cosas han de ser diferentes. El padrino, que es mi tío por parte de madre, sonrió y me dio libertad para que iniciara ese proyecto de ingeniería social. No sé si nos darán un premio por eliminaciones limpias y sostenibles en el tiempo, pero nadie puede negar que cuidamos del medio ambiente.
_____________________________________________________________Publicado en Proyecto Sherezade.
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