martes, 16 de diciembre de 2025

Escenas con escopeta recortada -7

 


Hace tiempo que el humo no tapa la cara de ese tipo inexpugnable como una muralla. Y lo echa de menos. El lado oscuro de las personas ahora es indetectable, se esconde tras una bebida isotónica y una blandengue teoría sobre el daño antropomórfico que sufre el planeta. Por eso busco por los arrabales personas no contaminadas por las tendencias virales, personas que conspiren en muros de grafitis, blindados por el silencio cómplice de un vecindario que no se mete aunque lo llamen. En esos lugares donde veranea dios, aún encuentras buenos jugadores de mus, de dados, bebedores de coñac, fumadores de puros sin vitola, gente fiable que busca el dinero donde está, pero que no aspira a vivir en una casa con jardín. El barrio es protección, es limbo legal, es donde la policía pide permiso para pasar, donde pueden llegar a ser cabeza de ratón que desprecia a la cola del león. El lado oscuro de esos tipos es también el más claro. No esconden sus miserias, no hay motivo para ello. Conocen su fecha de caducidad y no pretenden dejar legados a una humanidad que está sobrada de héroes y villanos. Floren es hijo de una mujer a la que nunca vio llorar y de un hombre al que nunca vio reír. Odia el tráfico de drogas desde que perdió inútilmente de sobredosis a un hermano. Por eso los camellos se esconden de Floren, respetan su dolor y trapichean en los barrios de los ricos. Vive en soledad discontinua en un piso de dos habitaciones y patio interior. Es un excelente carterista. Sabedor del infierno burocrático que los chupasangres nos han impuesto, suele hacer llegar a sus víctimas la documentación extraída en daño colateral. Tiene buen ojo para el oro y la plata, los objetos de colección y las rarezas decorativas. Se gana bien la vida, aunque el ahorro no forme parte de su sistema de valores. Una vez fue de turista a Italia, a ver cosas y comer pasta en restaurantes de postín. Considera ese viaje como la mayor pérdida de tiempo de su vida. No ha vuelto a salir de la ciudad. El mundo es un lugar donde lo que pruebas en pequeñas dosis en tu calle se replica a gran escala, nada más. A Floren le trata de usted la chavalería del barrio. Eso no lo consigue hoy ni Su Majestad: la que sea. Una amiga suya le elige la ropa. Se la pone sin plantearse si le gusta o no. Lo único de su atuendo que no negocia es una visera al estilo de Thomas Shelby. Honor y crueldad a partes iguales es el lema de un buen jefe de banda. Floren llega a su piso muy de noche solo para dormir o follar. La misma amiga que le viste le hace las labores de casa. Le paga mejor que si trabajara en un hotel de cinco estrellas. Entre ellos la amistad es innegociable y nunca han permitido que un calentón estropee eso. Floren tiene claro que nunca será un usuario de lo que llaman el estado del bienestar, en cuanto el cuerpo le falle lo más mínimo, lanza su moto a todo gas contra la fachada del Banco Santander. Sin dejar una nota. Sin botín alguno.


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