Se despierta tu carne bien follada
entre las metáforas incomprensibles que corren por la cama que soportó el
asedio en el cuerpo a cuerpo. Aún los vecinos están protestando por los
cañonazos y los quejidos del amor desangrándose. Ha sido una noche donde nos
hemos hecho daño por ver hasta dónde soportaba el placer sin romperse. He
tenido que echar mano en la imaginación de mi reserva de mujeres que se
quedaron en el camino, para que tú puedas robarles los orgasmos que les
pertenecían. Eres la última, el resumen, el zumo más dulce, ése que se bebe a
tragos pequeños, diciendo ¡aah! después de cada uno de ellos. Un zumo que
rinde, que satisface la necesidad de vitaminas en una noche que aspiraba a ser
eterna, como todas. Nos engaña la oscuridad, parece que nunca se irá, que el
cuento se ha acabado y a ti te he cogido en el mejor de los abrazos. Beberte
mirando al último sol, convierte a un hombre en indestructible. Te beso antes
de desvelar tu cara adormilada y gatuna. Con los pies sigues arañando, con tu
pelo continúas el engatusamiento y con tu boca pretendes sacarme las humedades.
Pero tengo que vivir, tenemos que vivir, por separado, tú una vida y yo otra,
creo. No hay una vida para nosotros solos. Aún no la hemos patentado, ni nos
dejarían. El mundo es un lugar que no permite rarezas, que no deja que te
levantes de la silla sin haberlo perdido todo en su infausta ruleta. Con el
amor la vida se retrasa, se hace cuesta arriba como un puerto de categoría
especial para un ciclista no dopado. Tu droga sólo sirve para el ensueño.
Cuando llegue de nuevo el momento de mirarle el culo, a la hora en que el sol se
marcha a quemar girasoles a otro sitio, nos volveremos a reinventar lejos de
las ventanas abiertas, inalcanzables a la cobertura de otros ojos, aunque sus
oídos no podamos taparlos, o sí: los violamos con nuestras escaramuzas en el
frente, con nuestras expresiones de cabo de la legión con la piel llena de
metralla. Por delante y por detrás, así es nuestro amor antes de que el
ascensor se ponga a bajar gente a la arena.
miércoles, 10 de mayo de 2017
martes, 9 de mayo de 2017
Esperanza.
Si no se pierde, a la esperanza hay
que matarla, no se puede ser otra cosa de lo que ya eres, reconócelo; lo que
buscas lo tienes delante de tus ojos, respira, quítate los adornos que
confunden, no corras hacia el paraíso si no sabes quién corre, dios se ha encarnado,
se llama como tú, ha copulado con tus diosas, quiere a tus hijos por feos que parezcan,
enciérrate en tu habitación y habla con las paredes, no salgas hasta que
descifres su lenguaje, y la esperanza haz el favor de dejársela a los suicidas.
viernes, 5 de mayo de 2017
El espejo cóncavo.
Quizá no seamos tan hipócritas como
nuestros actos y omisiones puedan hacer sospechar. Quizá sea que nos engañamos
a nosotros mismos por caridad, con un gesto de amparo hacia el prototipo algo
defectuoso y que se merece un vigésimo pretexto para ir mejorando sus
prestaciones a fuerza de doblarle el espinazo al egocentrismo. La cobardía
aumenta según uno se va replegando entre las paredes del búnker que parecen
escupir reproches. La crueldad de la que es capaz el cobarde, el malvado ni se
la imagina. Intentamos justificar nuestros actos, qué otra opción nos queda
para salir indemnes. Si quiero convertir en melodrama lo cotidiano, lo hago y
punto. Quién me va a impedir poner un poco de exagerada actuación en esta obra
mediocre. Antes histriónico que sencillo. Cuando ganamos una partida invitamos
a la siguiente ronda y desplegamos el mejor arsenal de nuestro ingenio con el
labio algo levantado. Cuando perdemos una mano, nos masajeamos el alma con
sentencias filosóficas y metafísicas. Y es una suerte que aún puedas beber
hasta caer inconsciente, hasta que el vómito te despierta de un sueño que
tramaba asesinarte con arma blanca. Es una suerte porque llega un día que hasta
ese analgésico natural que es la bebida, te sienta como una patada en los
fatigados huevos.
miércoles, 3 de mayo de 2017
Plan Renove.
No me interesa la personalidad, me
refiero a la propia. No me gusta rendir culto a mis huesos entumecidos y
músculos bajos de forma. Sé que no me la llevaré bajo tierra, que su pictórica
estructura llena de matices no es duradera ni fiable. Por eso me conformo con
coger de aquí y de allí para ir aliñando el plato de un carácter gris y
flexible, pareciendo el mismo a ojos de quien no mira más que la carcasa, el
gesto ensayado y los tics familiares. ¿Una hoja al viento? Mejor un junco. Son
tantas las reencarnaciones que no me encariño con las peculiaridades de la
mente aunque quiera. Media vida llenando de objetos la casa, y la otra media
vaciándola para dejarla como estaba. La casa y sus ecos, las paredes. Dicen que
en el desierto no hay ecos. Los límites son útiles un determinado tiempo, luego
se cambian, por probar nuevas versiones y maneras de decir lo mismo. Es
complicado saber cuándo estamos para la chatarra, cuándo ha llegado la hora de
aceptar otra oferta, aunque hay pistas: cuando no eres capaz de extraer un jugo
nuevo de cada beso, cuando las nostalgias pueden con las expectativas, cuando
la ilusión de los otros te hace bostezar, cuando te levantas agotado, con la
sensación de haber soñado lo de siempre, cuando te quedas en blanco ante la
tragedia, ante la belleza, cuando no suena el teléfono o si suena lo dejas que
se apague solo, cuando prefieres la penumbra en las habitaciones que dan al
sol, cuando escribes en vez de vivir, cuando le arrancas de cuajo la fe a un
testigo de Jehová que se confundió de puerta, cuando el futuro es un bien que
no te interesa poseer, cuando el amor no es razón suficiente para mantener el engaño,
cuando no te preguntas dónde va el agua del río, cuando en Internet sólo
consultas las esquelas, cuando las noticias de hoy ya las habías oído, cuando
acudes a las fiestas con un protector de pantalla, cuando un niño se aleja de
ti movido por un miedo irracional, cuando una mujer siente lástima ante tu
erección a media asta, cuando los viejos te llaman viejo, cuando empiezas a
fumar sólo porque en las cajetillas pone que te puede matar.
martes, 2 de mayo de 2017
El espectáculo callejero.
El espectáculo callejero deposita
absurdos en el cotidiano pavimento, escupe música envasada sobre las fachadas
de viviendas de protección oficial. Las notas se deslizan como baba de caracol
hasta dejar un corrimiento insalubre. Danzantes de lycra, cuerpos torneados
ante el espejo de la farsa, un guión acuático con un leñador subido a una
farola observando mientras come manzanas. Los niños juegan con sus ropas de
mercadillo, los ancianos miran en dirección contraria a donde se produce la
trama, pero aplauden entusiastas mientras sea gratis. Los de mediana edad sacan
fotos con los móviles y atienden a niños y ancianos con una ojeada. Los
ayuntamientos temen que la gente se tire a la calle sin ningún propósito. Ante
semejante posibilidad, programan actuaciones que consigan hacer creer en el
milagro de la belleza. La música chirría antes de apagarse y deja paso a las
ambulancias que dan vueltas en busca de su tesoro de carne y hueso rotos.
jueves, 27 de abril de 2017
La pareja perfecta.
Por la mañana cada uno de ellos
acude a su lugar de trabajo. Allí son considerados empleados competentes sin caer
en el vampirismo profesional. Los fines de semana comen en casa de la madre de
él. Son amenos en las fiestas, cultivan bonsáis y comparten la pasión por la
pintura. Ella le clava espinas de besugo en las uñas. El azota el interior de
sus muslos con un matamoscas. Ambos gozan de llevar sus cuerpos a límites no
convencionales. En el más allá del sexo se encontraron, se reconocieron, y
desde entonces no hay amantes más abnegados en el dolor. Ella muerde sus nalgas
hasta el coágulo. El le tira de la melena arrastrándola por el pasillo. Suelen
participar en tertulias sobre la nueva poética que se avecina, sin versos ni
temas tabú. Descubrieron Canadá en el viaje de novios, y les gusta repetir cada
vez que tienen unas semanas libres. Ella le atrapa los testículos con pinzas de
madera que acaba de tomar del tendedero. El suele comer espaguetis sobre su
bajo vientre. Ella le llama gusano después darle un beso de despedida en el que
él ha aprovechado para escupirle dentro de la boca. Tienen pensado adoptar una niña
china. Su vida social es hiperactiva y satisfactoria, sus amigos hablan
maravillas de ellos, pero ahora están planificando una vida más reposada y
familiar. Los años pasan y ellos no quieren tener hijos propios, prefieren
solventar la vida a alguien que ya está en el mundo. Les gusta el cine francés,
la música étnica, y el senderismo. Ella lo ata a una silla del jardín, luego
tirada en el césped ante sus ojos, se masturba con una ortiga. El, ya a media
tarde, se mete un bolígrafo bic con caperuza por el ano, mientras ella lo
observa y le tira agua helada por encima. El jueves pasado salieron de la
ciudad, por darse el gusto de contemplar un atardecer de la primavera recién
iniciada fuera del alcance de las luces artificiales. Ponen la equis en la
casilla de la Iglesia, votan a la izquierda y ningún año se pierden Eurovisión.
La semana que viene tienen apalabrada su presencia en una galería de arte donde
un amigo expone su nuevo trabajo inspirado en el paisaje de las alcantarillas,
en el submundo de la ciudad. Por la noche se abrazan y duermen casi el mismo
sueño. Su afinidad espiritual ha llegado a un punto que los demás envidian
hasta la urticaria. Es Nochebuena y están con toda la familia. Se esconden unos
momentos en el baño para que él le atrape los pezones con las pinzas de una
nécora. Ella le unta el pene con guindillas antes de llamar al perro. Son la
pareja perfecta.
miércoles, 26 de abril de 2017
Aleteo.
No me gustan las mariposas, se dan
demasiada importancia con sus colores de Photoshop en erráticos viajes al país
de las maravillas. No me gustan porque sospecho que se pasan el carné de vuelo
unas a otras para mantenernos hipnotizados en la levedad de la belleza. No me
gustan porque no puedo acudir a su entierro. Dónde dejan de mover las alas.
Dónde tienen su cementerio las mariposas. Dónde puedo ir a congratularme con su
descanso último. Parece que conocen caminos inexplorados entre los arbustos,
que se pierden en un limbo de viento. No me extraña que algunos se dediquen a
cazarlas y clavarles alfileres. Se merecen esa sañuda lección.
martes, 25 de abril de 2017
Levantamiento de cadáver.
En las perchas tengo muertos que aún
no he descolgado. Pinzados por los hombros permanecen en este entierro vertical
acompañando a la ropa que sí uso, que todavía paseo por las calles. Las
chaquetas saben quiénes fueron sus dueños y rechinan cuando mi mano las sacude
midiendo su utilidad. Debería librarme de esa ropa que solo entiende de
espectros. No es fácil, porque las personas impregnamos las cosas de nosotros
mismos, que se lo pregunten a los de la policía científica, que te sacan el ADN
de un gorro de lana mal doblado, y claro, eso sería como tirar al contenedor a
mis difuntos, a mí mismo, a una vida que ya va necesitando de referencias para
sujetarse al despertador cada mañana. Un buen incendio es lo que van pidiendo a
gritos estos armarios donde ni las polillas se atreven a entrar. El fuego es
verso libre, es revolución anarquista. De la primera llama a la última, que es
la misma - ya cansada de dibujar lágrimas de oro en el aire -, va un desorden
de tenedores iridiscentes que comen tanto carne como pescado, madera como
recuerdos. He de dejar solo el esqueleto, la percha colgada del aire inflamado,
la esquela profesional dormida entre dos páginas de un libro de árboles
frutales. Roñoso es el fruto cuando las palabras están dedicadas a un espacio
deshabitado. El espacio, ahí está el problema. En los cajones caben muchas
cosas. Qué meteré en ellos después de la evacuación. Esta casa no estaba
pensada para una sola persona. De ninguna manera.
lunes, 24 de abril de 2017
La muga.
La luz de la piedra medieval canta
en directo a los siglos venideros. Ahí va tu vida ascendiendo con sudores a una
cumbre difusa, aficionada a los trucos de magia que aplaudimos porque nos gusta
el autoengaño más que a un médico de la SS dar de alta. Por la cuesta rueda el
tiempo que no existe y cae por la sima que no se abre. Un segundo, solo un
segundo solo, sin tildes, equiparando al solitario con los demás, largo porque
es único, no hay más que un segundo, piénsalo durante un segundo: ¿alguien oye
los dolores de su parto o los estertores de su muerte? Un segundo atemporal
como el vuelo de un cerdo o el ronquido de la escarola. Rueda por el cantón,
con la memoria escalonada, el segundo, tu segundo, nuestro segundo que es el
primero y el último, el único donde se funde el queso en el plato, tu vida en
el cantón, tu estómago repitiendo los cantares medievales, todo rueda menos la
rueda que gira durante un segundo. Has perdido el tiempo leyendo esto, has
perdido tu segundo y ahora es tarde, se acabó.
viernes, 21 de abril de 2017
Ya empezamos jodiendo desde la mañana.
No sé cómo se escribe cruasán en
francés. Me lo pregunto cada vez que lo desayuno junto a un moro que mastica
tabaco y propone hacerme una mamada por cuarenta euros. Jodido moro que quiere
embadurnarme la polla con su halitosis de nicotina. Si sigo desayunando en este
garito es para ratificar que la naturaleza humana da asco coma o no cruasanes.
Lo que no entiende la lengua, el estómago lo digiere sin preguntar. En la
calle, el autobús de la asistencia social ha recogido cuatro sillas de ruedas
con personas resignadas a la prolongación del tiempo en relojes estropeados. Me
fumo un puro después del desayuno y le echo el humo en la cara al moro que por
venganza me escupe su bola de saliva y tabaco en chicle. El moro me dice:
cabrón cristiano de los huevos, y le muestro el crucifijo que llevo colgado al
cuello, crucifijo por el cual no me jugaría el cuello. Pero el moro tampoco
tiene intención de inmolarse por aquí ni por alá. Así que estamos igualados en
cuanto a devoción. Nos despreciamos porque somos muy parecidos. Voy a por el
pan sobado, con el que untaré salsas asquerosas por mi manía de emular la
cocina desautorizada. Volveré a casa donde me espera el ordenador con sus avisos,
con mis amiguitos de facebook lanzando desengaños al ciberespacio. Enviaré mis
colaboraciones y eructaré con erección estúpida, convencido de que la edad no
enseña nada reseñable, excepto que te queda menos tiempo para hacer el bobo con
la pretenciosidad de un superhéroe.
jueves, 20 de abril de 2017
El mejor amigo.
La huella que deja mi cuerpo en las
horas muertas, el sofá la reconoce. Él masajea mi espalda y ausculta el vacío
del ano entregado a sus monólogos. Mi sofá me duerme con sus florituras de
tela, recibe mis olores con la mansedumbre de un animal de compañía en quien
vuelcas tus impotencias. Derramo sobre él sobrantes de cerveza y lo someto a
sesiones de sado apagando cigarrillos de tabaco liado. Se amolda a un peso que
no es el suyo y guarda secretos que no importan a nadie. Si pudiera escribir de
mí como yo de él, acabaría con la escasa honra que me queda. El sofá tiene
memoria y me recuerda las verdades que balbuceo en medio de la ebriedad. El
sofá es fiel porque sus patas no sirven para andar, de lo contrario se alejaría
de mí como los demás.
miércoles, 19 de abril de 2017
Señales.
La mano tendida da o pide, bendice o
se aferra, acerca o distancia, acaricia o restriega, prudente o necia,
extrovertida o temerosa, la mano tendida, confusos son los gestos del hombre
confuso con la mano tendida cuyos sueños son gárgolas de pies fríos, con un
nombre al que no responde, barba indigente y cargado con una mochila de
fronteras licuadas, su pesadilla es reiterativa, camina como un dios sobre un
océano de sapos resbaladizos, sabe que su alma es lasciva como así lo atestigua
la carne que la transparenta, a los cobardes les gusta culpar al placer de sus
males, se da un baño de flores en el jardín público y amanece ausente junto al
contenedor amarillo con la mano tendida hacia el plástico.
martes, 18 de abril de 2017
Colisión.
La inocencia desmonta el modelo
ficticio de los adultos. A la inocencia le pellizcamos la mejilla porque no
sabemos hablar con ella. La inocencia no distingue a qué lado de los barrotes
habita la libertad. A la inocencia, sólo emponzoñándola puedes conseguir que
renuncie a sus virtudes teologales. Si logras hacerla sentir culpable puedes
derrotarla, condenarla a una existencia mortecina. Cuando un niño se hace el
muerto es porque recuerda de dónde viene. Un niño miente porque teme a aquello
que los mayores llaman verdad. Un niño es cruel para medir las fuerzas de los
adultos, descubrir los límites que lo rodean y conocer hasta dónde soporta una
víctima sin rebelarse. Los resultados suelen sorprenderle.
sábado, 15 de abril de 2017
Mamífero terio de biblioteca.
El desconocido deja de serlo cuando
se convierte en una imagen fija, en alguien encuadrado en tu cerebro, en una
silueta que tapa el horizonte y no reclama atención especial. Él se sienta
delante con sus libros de derecho, enciclopedias y carpetas de colores sobre
una mesa en la que ocupa al menos el espacio de tres sillas, lee y toma notas,
hace seis años que repite el ritual en la biblioteca pública, cada mañana sin
apenas usuarios a su alrededor, no falla nunca, a ese ritmo debería haber
concluido tres carreras si tal fuera su intención, pero no parece que lo suyo
sea la competición académica, va siempre con la misma ropa, sin excepciones,
limpia y descolorida, atuendo en el que destaca una chaqueta a cuadros
remendada con hilo azul, acarea una destartalada serie de huesos y pellejos
como arquitectura biológica, se gira, sus ojos son afilados y bailones, una
perilla irregular y un pertinaz optimismo brilla en su recorrido facial, coge
del estante un manual sobre cómo construir el futuro partiendo del hecho de que
la justicia es imperfecta en el hombre, la angustia no se resigna a ver escapar
una presa tan fácil, pero él se mantiene feliz en su firmeza erudita sin
propósito aparente, sólo el estudio y la reflexión le interesan, sólo necesita
un cambio de ropaje, un quita y pon para seguir en lo mismo, ahí lo dejo,
reforzando su mente con material reciclado de los libros.
miércoles, 12 de abril de 2017
Nueva generación.
Los cambios acarrean críticas. Criticar
es fácil, construyes tu argumentación sobre los cimientos de otro, sobre la
calidad de sus materiales, y además la crítica no obliga a nada porque se
reviste de mera opinión, y la opinión es libre. Los jóvenes se equivocan,
aseguran los viejos que se equivocaron de jóvenes. Seguimos avanzando porque
los pusilánimes quedan atrás junto a la estufa del inmovilismo. Conozco un
poeta que defiende que la palabra poética debe volver a sus orígenes, a indagar
en las esencias, a respirar “Om” por los poros del místico. Airado congreso de
poetas contra la ira que se duermen en sus propios versos y se proclaman
maestros mientras los discípulos se dan de baja.
Sueño con mi perro muerto, con su
mirada vacía de interacción. Pienso en las células madre y en nosotros, sus hijos.
Recuerdo el fervor de aquella tarde acristalada cuando escribí por primera vez
imaginando el infierno como una bóveda de estrellas engreídas y hablando
lenguas extrañas.
Las palabras no guardan secretos. El
que las escribe, sí. Escribimos para despistar. Damos señas falsas para que el
otro se pierda y no nos moleste con visitas inoportunas. Las fístulas de la
sabiduría se quejan de los inexpertos que quieren apoderarse de las palabras
para usarlas como balas. Los noticiarios hablan de los muertos por poco tiempo,
lanzan la pelota confiando que actuemos de frontones. Los sabios imparten
talleres literarios en jornadas intensivas de buzo y orfebrería pedante, con
los trajes sin salir del armario apolillando las tripas de estas escuelas de la
nada. Los poetas del mañana acomodarán sus posaderas sobre nuestra cara,
aspirarán intestinalmente los humores del pasado, y pondrán la vista en
horizontes que jamás sospechamos, pero que criticaremos por miedo a quedar
desplazados. Ojalá caduquemos pronto y vengan quienes abran nuevos senderos sin
pedir permiso.
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