Es
un asesino peculiar. Descansa cuando está colérico para que el odio no
interfiera en su trabajo. No es despiadado ni falsamente compasivo, no es
psicópata ni lo hace por dinero. No mata por gusto ni a disgusto. Para él matar
es una pulsión que ha perfeccionado hasta convertirla en arte callejero. No
mata a quien conoce, ni motivado por sed de venganza o justicia. Elige a su
víctima por las razones más peregrinas: una mirada nerviosa, un gesto brusco,
una bajada de cabeza a destiempo, una palabra disonante, una afabilidad
contagiosa. Cualquier detalle puede ser el detonante para que se fije en esa
persona y empiece la búsqueda de las condiciones idóneas para culminar una
bella y pulcra faena. En algunos
asesinatos gusta que la sangre dibuje un círculo de seguridad alrededor del
finado, en otros prefiere la limpieza, dejar el cadáver sentado en un banco del
parque con los ojos abiertos y una sonrisa caída, como si nada, hasta que el
viento tumba el cuerpo y los viandantes descubren la escena del crimen. Asesina
de una cuchillada certera, con un disparo limpio, ahoga a su víctima, la
envenena, la precipita desde la altura,
manipula los frenos de su coche, la rocía con gas nervioso, la ata a un árbol
del bosque para que muera de inanición o frío. Las formas son múltiples, cada
protagonista del espectáculo mortuorio merece su atención personalizada. Puede
matar dos veces a la semana o estar meses sin "crear muerte", como le
gusta llamarlo. Es un artista provocativo. Se lleva a casa un trofeo de sus
víctimas. A todas ellas les corta la tercera falange del dedo meñique de la
mano izquierda. Tiene en casa una vitrina donde las conserva. Les coloca una
etiqueta con los datos generales de su dueño y de la forma en que le dio visado
eterno. Algún día tiene pensado exponer en el MoMA, aunque antes es preferible
una campaña de promoción mediática que incluya su detención policial, y por lo
tanto, su fin como artista. Sería su primera y última muestra pública.
Mata porque puede. También puede ser
asesinado y lo sabe. Son las reglas. Le gusta escribir filosofía, ha aprendido
mucho de las personas que ha escogido para matar. Dedica un tiempo a observar
las expectativas de sus elegidos mientras él sabe que les va a podar de raíz,
porque sí. Cuando dice a la vida de otro: <<¡hasta aquí!>>, es un
subidón al que no puede renunciar. Para su próxima creación está elucubrando
con ahorcar a la persona de un árbol con un cordón umbilical robado en algún paritorio.
Así le parece que lo unirá a la vez con la humanidad y la naturaleza en una
muerte que fusione principio y fin. <<Sería hermoso>>, piensa.
<<¡La belleza es tan sobrecogedora!>> Cada vez que mata ve a dios
al mismo tiempo que sus víctimas, a veces antes. Se miran de igual a igual,
como diciendo: ¿y ahora que hacemos con esta criatura? Es un místico de
la performance criminal. <<¡Si los críticos no fueran tan
moralistas...!>>