"Los recuerdos que tengas sobre mí no me hacen real, los pensamientos que te asalten urdiendo tramas entre nosotros dos no me hacen existir. No tengo problemas, pero creo que tengo problemas. Ese es mi problema".
"Los recuerdos que tengas sobre mí no me hacen real, los pensamientos que te asalten urdiendo tramas entre nosotros dos no me hacen existir. No tengo problemas, pero creo que tengo problemas. Ese es mi problema".
Con el deseo surge el esfuerzo por ser. Con la ausencia de deseo surge el ser sin esfuerzo.
Con el miedo surge el esfuerzo por sobrevivir. Con la ausencia de miedo surge la vida sin esfuerzo.
Nada se puede hacer por ese personaje inventado al que llamamos persona. Es una pérdida de tiempo y energía intentar mejorarlo o darle un sentido si no es por puro entretenimiento. Volvamos a la declaración inicial: es un personaje inventado. Cuando se produce el reconocimiento de lo que no es, todo ocupa su sitio y la sombra en la pared que tanto desasosiego parece provocar, desaparece. No hay sombra en la pared porque la luz viaja sin obstáculos que la interrumpan. Lo inventado no es problema, pero sí cuando el invento se viene arriba y asume el papel de sujeto sólido que proyecta sombras.
La persona se esfuerza por enriquecer las experiencias, mejorar, hacer cosas grandes y dar un sentido de trascendencia a su biografía. Pero, en realidad lo que busca, lo sepa o no, es colapsar esa historia, romper la ilusión. Lo que llama historia no le puede satisfacer porque solo nubla el día despejado. No entiende cómo ni porqué, pero sabotea el guión de su vida y revienta el sueño encapotado. Al principio, es posible que ese despejar le parezca un fracaso, pero lo irá reconociendo paulatinamente como el hogar nunca abandonado.
La Gracia no llega, sucede en toda hora y lugar. La pregunta es cuándo nos impregnamos de ella. No se trata de un acto de voluntad ni de elección mental. Concebimos la Gracia como algo imprevisible e insólito. Nadie sabe cuáles son las condiciones —si las hay— idóneas para la adhesión. Quizá, que hayas sido apeado de todas las esperanzas, o que no te queden fuerzas para buscarla o negarla. Por eso se llama Gracia, porque es gratis, no guarda servilismo hacia ninguna cualidad ni supuesto merecimiento, porque no puede ser manipulada, afectada, ni predicha desde fuera de sí misma.
Relato "La puerta sellada"
<<Es un triunfador de los que salen en la lista Forbes. Se licenció en Stanford y estudió en el Instituto de Tecnología de Massachusetts. Domina tres idiomas: español, inglés y alemán… >>
En la revista Almiar.
Los peldaños investigan, estudian, se observan entre sí, comparten descubrimientos, meditan, elaboran modelos e ideas, desarrollan fe y establecen estrategias de aprendizaje. Da igual.
Los peldaños no tienen, ni pueden tener, información relevante acerca de lo que es una escalera.
Si preguntas a un morador de la verdad que te describa ese lugar, guardará silencio. La verdad no puede desgajarse, no puede apartarse de sí para convertirse en objeto de conocimiento. En realidad, este intento es el que provoca la aparición del "ser humano", que partiendo de la verdad intenta salirse de ella para atraparla, para poseerla como materia de saber. Esta, su naturaleza dual de pertenencia a un lugar y a la vez de perspectiva externa, es el motivo de que el humano sufra la tensión de dos aparentes fuerzas contrarias y de que le invada una continua insatisfacción. La verdad no puede conocerse a sí misma y aunque juegue a limitarse en un marco de espacio-tiempo no deja de ser verdad.
Mirando el cuerpo de su mujer sumido en el Alzheimer, declaró que allí no había nadie. Y era cierto. También lo es decir que allí nunca hubo nadie, y que aquí tampoco hay nadie. Eso es el despertar del sueño. Puede, aparentemente, durar más o menos, pero el sueño se acaba. Solo hay existencia, todo es existencia pura y dura. No hay nadie experimentando la existencia. Creer en un alguien experimentando la existencia es como creer que mientras el cuerpo duerme estás en Australia volando encima de un canguro y un segundo después discutiendo sobre si la puerta de la catedral de Burgos se haya cerrada o no. Durante el sueño te parecerá muy real todo eso, pero al despertar esas imágenes mentales perderán peso y se esfumarán.
No hay problema con la escena que aparece en ti: dinámica y cambiante. La escena se da siempre en el escenario que eres: constante e imperturbable. La idea de conflicto viene con la añadida figura del actor en la escena que se siente diferente a ésta y al escenario. La idea de problema nace cuando el ilusorio actor considera que las cosas le ocurren a él, o que él las hace y fuerza a voluntad, que él es el protagonista, que la escena tiene una intención y significaciones elaboradas, que la escena tiene una causa y un efecto, que el universo entero está confabulado para que él sienta esto y lo otro. El actor no quiere que se apaguen las luces, que se baje el telón, que la escena desemboque en el silencio, porque entonces se toparía con su propia inexistencia.
Todos los esfuerzos van destinados a realizar, satisfacer y mejorar el personaje que interpretamos. Las posibilidades de conseguirlo son similares a saciar la voracidad de un agujero negro. El personaje tiene un breve y ficticio cameo, pero se le ha subido la fama a la cabeza. Su conocimiento, con los pies de barro, está basado en la ignorancia de creer que el mundo es una realidad preexistente en la cual él aterriza.
Las imágenes solo aparecen cuando abres los ojos, ni un milisegundo antes. La mente es algo que ocurre, no algo que seas. Lo que el personaje encuentra al final de su actuación es lo mismo que al principio: una nada absoluta. Y así está bien. Y así debe ser.
Este texto forma parte de la antología publicada por Letralia el 20 de mayo de 2024 en su 28º aniversario. Bestiario Artificial.
"Por los alrededores del mañana". de Luis Amézaga.
Las personas más ignorantes, y por lo tanto más temerosas, veían en Dorotea un peligro para la propia especie humana. “¡Como si fuésemos una especie destinada a no extinguirse!” Otros, en cambio, veían en Dorotea una esperanza de supervivencia de la especie humana en condiciones diferentes y con posibilidades de alcanzar partes del universo hoy ni siquiera soñadas.
Parte desde donde estés: coge tus ideas, tu situación vivencial, lo que piensas de ti, tus creencias, y mételas en la mochila. Échate la mochila a la espalda y ponte a andar como un peregrino sin destino. La vida es una búsqueda del tesoro. ¿Por qué da igual cuál sea tu equipaje? Porque a los pocos kilómetros te darás cuenta de que andas demasiado despacio por culpa del peso, así que sacarás (sean las que sean) tus circunstancias de la mochila y las dejarás a un lado del camino. ¡Así da gusto caminar! Después de meses de caminata aparentemente desorientada, asumes que no vas a ninguna parte, que no sabes en qué consiste el tesoro que buscas. Tú escondiste el tesoro, tú lo has estado buscando y tú eres el mismo tesoro. El paisaje y el camino se transforman en atrezzo, en música de fondo. Vuelves sobre tus pasos, pero no son los mismos pasos. Vuelves porque eres un peregrino para quien ninguna tierra es extraña ni ningún camino es de huida.
Pensamos que la compasión es algo connatural a una buena persona. No lo es. Una buena persona es solo una buena persona. No posee ninguna condición diferente respecto a lo que calificamos como mala persona. La compasión nada tiene que ver con los buenos sentimientos, ni con la filantropía, ni con una actitud moral. La compasión no puede surgir de la persona, sino de lo impersonal. La compasión es no confundirse con lo falso, con la pasión; es abrir espacio a lo real, reconocer al ser aunque la persona se empeñe en amordazarse en sus condicionamientos de tiempo, espacio, memoria e historia melodramática.
Construyes una caja y no necesitas meter espacio en ella. No hay un espacio dentro de la caja y otro fuera. Es la caja la que ha aparecido en el espacio. La caja es el cuerpo. El espacio no está dentro del cuerpo, es el cuerpo el que está en el espacio. ¿Quieres descubrir cuál es tu identidad en esta analogía? Tú eres el espacio continuo e infinito. A diferencia de la caja, del cuerpo, tú no apareces en un momento dado. Cuando tiras la caja al contenedor no tiras con ella el espacio. El espacio permanece inalterado. Tú permaneces intacto aunque tiren el cuerpo al contenedor, lo metan bajo tierra o lancen al mar sus cenizas. El espacio no va a ninguna parte ni viene de ninguna parte.
A cada paso una puerta que lleva a ti mismo. A cada edad muerta —y ya llevas unas cuantas— se abre una puerta a ti mismo. Cada sueño de cada noche, cada niebla antes de la vigilia, cada día de ajetreo, una puerta que lleva a ti mismo. Cada viaje y cada aventura por el mundo se abre una puerta que lleva a ti mismo. Nunca se acabarán las opciones de ti mismo. Nadie te mete prisa, prueba todo lo que consideres oportuno, juega a todos los juegos, engorda el ego con comida basura, haz lo que tengas que hacer, pero alguna vez, aunque sea por descarte o curiosidad, cruza esa puerta que lleva a ti mismo.
La facultad sensorial otorga la experiencia y crea la escena. Sin la facultad sensorial no hay contenido. Pero los sentidos, a su vez, necesitan un soporte vital para operar. Sin ese soporte, el cuerpo caería desplomado al suelo desapareciendo cualquier experiencia. Ese soporte eres tú. No tiene nada que ver con el cuerpo ni con sus funciones. Ese soporte es el que permite reconocerte a pesar de los cambios aparentes de la forma. Da igual que te trasplanten el corazón, el hígado, los riñones, los genitales, que te renueven toda la sangre, que te cambien la cara con cirugía estética. Sabes que eres tú. No de forma intelectual, sino íntima, el saber que es indubitable. Da igual que tu cuerpo y tu mente con diez años nada tengan que ver con tu cuerpo y mente de cincuenta años. Sabes que eres tú, el mismo. Da igual que tus pensamientos, ideas y creencias hayan cambiado. Sabes que eres tú, el mismo. Da igual que estés en el estado de vigilia con los sentidos a pleno rendimiento o en sueño profundo sin referencia del cuerpo ni del mundo. Eres tú. Esa continuidad es porque tú no cambias. Lo que no cambia es lo único real en estado puro.
Es este instante. No hay otro. Es vertical. En la línea vertical no hay diferencias, sea cual sea la altura a la que te sitúes. Las diferencias son propias de la línea horizontal, temporal, de los cambios en la forma. Este instante es el aquí y el ahora, sin otro aquí y ahora. Este instante es el ser atento a sí mismo. Cuando el ser se expande y está atento a esa expansión aparece el universo, y sus formas adquieren perspectiva. El ser es uno, sus movimientos son dos: contracción y expansión.
Estás en una habitación: hay un escritorio, una silla, unas baldas, una cama, un armario, una ventana, una puerta, un cuerpo humano (con el que te identificas), una lámpara, un suelo, una alfombra y cuatro paredes. Para observar la escena en su totalidad y libertad, el testigo no puede asumir un centro de observación desde ninguna de las formas que pueblan la habitación. ¿Desde dónde concibe la escena entonces? Desde el espacio vacío. Ese es el estado natural del ser.
La belleza de la Luna llena reside en su vacío y en que no espera nada de ti. La belleza de la Luna llena proviene de una luz que no es suya, prestada por un amor desinteresado de estrella. La belleza de la Luna llena está en tus ojos, que miran lejos como si estuviera cerca. La belleza del Cosmos mora dentro de ti. Vuelve la atención hacia dentro, encontrarás un descomunal agujero negro. La mente abandona las formas dispersas por el universo y atrae la materia hacia su horizonte de eventos. Las criaturas de gas bajan en espiral hasta que se funden con lo incorpóreo. El agujero negro de tu interior no tiene bordes ni superficies rígidas, no posee atributos externos visibles, en él millones de galaxias se concentran en la punta de un lápiz, logrando un poder de atracción infinito, una densidad inusitada. En él se produce la singularidad, las leyes de la física dejan de funcionar, el espacio-tiempo se convierte en una ideación limitante. La característica que más impresiona de este agujero negro de tu corazón es la combinación de simplicidad y poder. De la succión de todo lo visible extrae su invisibilidad.