lunes, 15 de mayo de 2017
El fracaso.
Los barrios tienen supermercado multiculturales donde el recién llegado porta zapatillas nike y el autóctono esconde su penuria por pudor. La anciana en la cola del cajero lleva la mirada suplicante. En brazos, una botella de aceite de girasol y un paquete de harina. En total, apenas dos euros. Ha tenido que rebuscar entre sus harapos para encontrar hasta el último céntimo. Algunos en la cola mostraban evidentes signos de incomodidad ante la escena. La cajera, muy paciente, cariñosa y profesional, le ha ayudado a dar con la cantidad exacta de su compra. La anciana solo acertaba a decir gracias, gracias, gracias. Una vez recogido el ticket, ha ido a meter el paquete de harina a una bolsa y se le ha escurrido de las temblorosas manos, tapizando el suelo de un blanco nicho premonitorio. La cajera le decía que no se preocupara, que le traían otro paquete de la estantería, que se encargaban ellas de recoger y limpiar, pero la anciana se ha puesto de rodillas para intentar meter lo derramado dentro del paquete. Hemos tenido que levantarla casi a la fuerza mientras repetía: gracias, gracias, gracias.
Estrella del espectáculo.
Subida a un escenario, con el cuerpo
cubriéndome la timidez, es fácil atenazar la emoción de miles de personas
predispuestas a las descargas eléctricas, a sentirse vivas, a sentirse. Una
melodía, unas palabras bien entonadas, y ellos que se traen hecha la tarea de
casa, ponen la sensiblería al servicio de los ojos llorosos que los hacen
vulnerables. Así son los conciertos del verano, la gira por las plazas
atestadas de gente dispuesta a estremecerse con cualquier melodía que les
proponga. El público se abandona con demasiada facilidad. Se nota que van
bregando río arriba y sólo desean bajar los brazos y entregarse al delirio
merecido. Entre canción y canción la orquesta se explaya en alardes
instrumentales. Mientras, me cambio de traje, y observo cómo de un balcón a la
izquierda del escenario, cuelgan una docena de sostenes. Descansan del volumen
carnal que habitualmente los rellena. Recuerdo que perdí el amor por culpa de
una lavadora a la que hacía trabajar demasiado. Mi ex novio, mi ex
representante de espectáculos lúdicos en las fiestas patronales, no soportaba
tanto trajín de ropa; de la lavadora al tendedero, luego al cesto, luego a la
plancha, luego al armario y vuelta a empezar. Es cierto que en invierno, cuando
las actuaciones son a puerta cerrada, aún me obsesiono más con la limpieza, con
los olores corporales, nunca con el amor. ¡Buenas noches, Astorga!
viernes, 12 de mayo de 2017
Traje nuevo.
Si supiera cómo se hace, resetearía
el disco duro de mi cerebro para salir a la calle con la mirada de un recién
nacido embutido en cuerpo de adulto. El mundo es como una de esas heladerías de
ahora que ofrecen mil sabores distintos. Estoy harto de pedir siempre el de
avellana. El campo de juego es amplio y me he acomodado a jugar sólo por una
banda. Así se muere uno, no me extraña. Pero desconozco cómo se cambia sin
dejar de ser el mismo. Las formas se han hecho con la identidad sin que ésta
proteste. Hace tiempo que no estrello un plato contra una pared. Va siendo hora
de la violencia, de despertar al sonámbulo que me habita sin pagar alquiler,
con la misma tristeza de una lámpara encendida en plena mañana de verano. Falta
luz en la luz. No conozco una casa con la amplitud de ventanas suficiente para
captar ese mundo que respira ahí fuera: fogoso, sublime, engrandecido a pesar
de nuestra preferencia por las sombras. Fuera persianas, cortinas, marcos y
puertas. Fuera, todos fuera. Somos abiertos al exterior o camarote sin
respiradero. A elegir. Si supiera cómo.
miércoles, 10 de mayo de 2017
Uno más uno igual a otro.
Se despierta tu carne bien follada
entre las metáforas incomprensibles que corren por la cama que soportó el
asedio en el cuerpo a cuerpo. Aún los vecinos están protestando por los
cañonazos y los quejidos del amor desangrándose. Ha sido una noche donde nos
hemos hecho daño por ver hasta dónde soportaba el placer sin romperse. He
tenido que echar mano en la imaginación de mi reserva de mujeres que se
quedaron en el camino, para que tú puedas robarles los orgasmos que les
pertenecían. Eres la última, el resumen, el zumo más dulce, ése que se bebe a
tragos pequeños, diciendo ¡aah! después de cada uno de ellos. Un zumo que
rinde, que satisface la necesidad de vitaminas en una noche que aspiraba a ser
eterna, como todas. Nos engaña la oscuridad, parece que nunca se irá, que el
cuento se ha acabado y a ti te he cogido en el mejor de los abrazos. Beberte
mirando al último sol, convierte a un hombre en indestructible. Te beso antes
de desvelar tu cara adormilada y gatuna. Con los pies sigues arañando, con tu
pelo continúas el engatusamiento y con tu boca pretendes sacarme las humedades.
Pero tengo que vivir, tenemos que vivir, por separado, tú una vida y yo otra,
creo. No hay una vida para nosotros solos. Aún no la hemos patentado, ni nos
dejarían. El mundo es un lugar que no permite rarezas, que no deja que te
levantes de la silla sin haberlo perdido todo en su infausta ruleta. Con el
amor la vida se retrasa, se hace cuesta arriba como un puerto de categoría
especial para un ciclista no dopado. Tu droga sólo sirve para el ensueño.
Cuando llegue de nuevo el momento de mirarle el culo, a la hora en que el sol se
marcha a quemar girasoles a otro sitio, nos volveremos a reinventar lejos de
las ventanas abiertas, inalcanzables a la cobertura de otros ojos, aunque sus
oídos no podamos taparlos, o sí: los violamos con nuestras escaramuzas en el
frente, con nuestras expresiones de cabo de la legión con la piel llena de
metralla. Por delante y por detrás, así es nuestro amor antes de que el
ascensor se ponga a bajar gente a la arena.
martes, 9 de mayo de 2017
Esperanza.
Si no se pierde, a la esperanza hay
que matarla, no se puede ser otra cosa de lo que ya eres, reconócelo; lo que
buscas lo tienes delante de tus ojos, respira, quítate los adornos que
confunden, no corras hacia el paraíso si no sabes quién corre, dios se ha encarnado,
se llama como tú, ha copulado con tus diosas, quiere a tus hijos por feos que parezcan,
enciérrate en tu habitación y habla con las paredes, no salgas hasta que
descifres su lenguaje, y la esperanza haz el favor de dejársela a los suicidas.
viernes, 5 de mayo de 2017
El espejo cóncavo.
Quizá no seamos tan hipócritas como
nuestros actos y omisiones puedan hacer sospechar. Quizá sea que nos engañamos
a nosotros mismos por caridad, con un gesto de amparo hacia el prototipo algo
defectuoso y que se merece un vigésimo pretexto para ir mejorando sus
prestaciones a fuerza de doblarle el espinazo al egocentrismo. La cobardía
aumenta según uno se va replegando entre las paredes del búnker que parecen
escupir reproches. La crueldad de la que es capaz el cobarde, el malvado ni se
la imagina. Intentamos justificar nuestros actos, qué otra opción nos queda
para salir indemnes. Si quiero convertir en melodrama lo cotidiano, lo hago y
punto. Quién me va a impedir poner un poco de exagerada actuación en esta obra
mediocre. Antes histriónico que sencillo. Cuando ganamos una partida invitamos
a la siguiente ronda y desplegamos el mejor arsenal de nuestro ingenio con el
labio algo levantado. Cuando perdemos una mano, nos masajeamos el alma con
sentencias filosóficas y metafísicas. Y es una suerte que aún puedas beber
hasta caer inconsciente, hasta que el vómito te despierta de un sueño que
tramaba asesinarte con arma blanca. Es una suerte porque llega un día que hasta
ese analgésico natural que es la bebida, te sienta como una patada en los
fatigados huevos.
miércoles, 3 de mayo de 2017
Plan Renove.
No me interesa la personalidad, me
refiero a la propia. No me gusta rendir culto a mis huesos entumecidos y
músculos bajos de forma. Sé que no me la llevaré bajo tierra, que su pictórica
estructura llena de matices no es duradera ni fiable. Por eso me conformo con
coger de aquí y de allí para ir aliñando el plato de un carácter gris y
flexible, pareciendo el mismo a ojos de quien no mira más que la carcasa, el
gesto ensayado y los tics familiares. ¿Una hoja al viento? Mejor un junco. Son
tantas las reencarnaciones que no me encariño con las peculiaridades de la
mente aunque quiera. Media vida llenando de objetos la casa, y la otra media
vaciándola para dejarla como estaba. La casa y sus ecos, las paredes. Dicen que
en el desierto no hay ecos. Los límites son útiles un determinado tiempo, luego
se cambian, por probar nuevas versiones y maneras de decir lo mismo. Es
complicado saber cuándo estamos para la chatarra, cuándo ha llegado la hora de
aceptar otra oferta, aunque hay pistas: cuando no eres capaz de extraer un jugo
nuevo de cada beso, cuando las nostalgias pueden con las expectativas, cuando
la ilusión de los otros te hace bostezar, cuando te levantas agotado, con la
sensación de haber soñado lo de siempre, cuando te quedas en blanco ante la
tragedia, ante la belleza, cuando no suena el teléfono o si suena lo dejas que
se apague solo, cuando prefieres la penumbra en las habitaciones que dan al
sol, cuando escribes en vez de vivir, cuando le arrancas de cuajo la fe a un
testigo de Jehová que se confundió de puerta, cuando el futuro es un bien que
no te interesa poseer, cuando el amor no es razón suficiente para mantener el engaño,
cuando no te preguntas dónde va el agua del río, cuando en Internet sólo
consultas las esquelas, cuando las noticias de hoy ya las habías oído, cuando
acudes a las fiestas con un protector de pantalla, cuando un niño se aleja de
ti movido por un miedo irracional, cuando una mujer siente lástima ante tu
erección a media asta, cuando los viejos te llaman viejo, cuando empiezas a
fumar sólo porque en las cajetillas pone que te puede matar.
martes, 2 de mayo de 2017
El espectáculo callejero.
El espectáculo callejero deposita
absurdos en el cotidiano pavimento, escupe música envasada sobre las fachadas
de viviendas de protección oficial. Las notas se deslizan como baba de caracol
hasta dejar un corrimiento insalubre. Danzantes de lycra, cuerpos torneados
ante el espejo de la farsa, un guión acuático con un leñador subido a una
farola observando mientras come manzanas. Los niños juegan con sus ropas de
mercadillo, los ancianos miran en dirección contraria a donde se produce la
trama, pero aplauden entusiastas mientras sea gratis. Los de mediana edad sacan
fotos con los móviles y atienden a niños y ancianos con una ojeada. Los
ayuntamientos temen que la gente se tire a la calle sin ningún propósito. Ante
semejante posibilidad, programan actuaciones que consigan hacer creer en el
milagro de la belleza. La música chirría antes de apagarse y deja paso a las
ambulancias que dan vueltas en busca de su tesoro de carne y hueso rotos.
jueves, 27 de abril de 2017
La pareja perfecta.
Por la mañana cada uno de ellos
acude a su lugar de trabajo. Allí son considerados empleados competentes sin caer
en el vampirismo profesional. Los fines de semana comen en casa de la madre de
él. Son amenos en las fiestas, cultivan bonsáis y comparten la pasión por la
pintura. Ella le clava espinas de besugo en las uñas. El azota el interior de
sus muslos con un matamoscas. Ambos gozan de llevar sus cuerpos a límites no
convencionales. En el más allá del sexo se encontraron, se reconocieron, y
desde entonces no hay amantes más abnegados en el dolor. Ella muerde sus nalgas
hasta el coágulo. El le tira de la melena arrastrándola por el pasillo. Suelen
participar en tertulias sobre la nueva poética que se avecina, sin versos ni
temas tabú. Descubrieron Canadá en el viaje de novios, y les gusta repetir cada
vez que tienen unas semanas libres. Ella le atrapa los testículos con pinzas de
madera que acaba de tomar del tendedero. El suele comer espaguetis sobre su
bajo vientre. Ella le llama gusano después darle un beso de despedida en el que
él ha aprovechado para escupirle dentro de la boca. Tienen pensado adoptar una niña
china. Su vida social es hiperactiva y satisfactoria, sus amigos hablan
maravillas de ellos, pero ahora están planificando una vida más reposada y
familiar. Los años pasan y ellos no quieren tener hijos propios, prefieren
solventar la vida a alguien que ya está en el mundo. Les gusta el cine francés,
la música étnica, y el senderismo. Ella lo ata a una silla del jardín, luego
tirada en el césped ante sus ojos, se masturba con una ortiga. El, ya a media
tarde, se mete un bolígrafo bic con caperuza por el ano, mientras ella lo
observa y le tira agua helada por encima. El jueves pasado salieron de la
ciudad, por darse el gusto de contemplar un atardecer de la primavera recién
iniciada fuera del alcance de las luces artificiales. Ponen la equis en la
casilla de la Iglesia, votan a la izquierda y ningún año se pierden Eurovisión.
La semana que viene tienen apalabrada su presencia en una galería de arte donde
un amigo expone su nuevo trabajo inspirado en el paisaje de las alcantarillas,
en el submundo de la ciudad. Por la noche se abrazan y duermen casi el mismo
sueño. Su afinidad espiritual ha llegado a un punto que los demás envidian
hasta la urticaria. Es Nochebuena y están con toda la familia. Se esconden unos
momentos en el baño para que él le atrape los pezones con las pinzas de una
nécora. Ella le unta el pene con guindillas antes de llamar al perro. Son la
pareja perfecta.
miércoles, 26 de abril de 2017
Aleteo.
No me gustan las mariposas, se dan
demasiada importancia con sus colores de Photoshop en erráticos viajes al país
de las maravillas. No me gustan porque sospecho que se pasan el carné de vuelo
unas a otras para mantenernos hipnotizados en la levedad de la belleza. No me
gustan porque no puedo acudir a su entierro. Dónde dejan de mover las alas.
Dónde tienen su cementerio las mariposas. Dónde puedo ir a congratularme con su
descanso último. Parece que conocen caminos inexplorados entre los arbustos,
que se pierden en un limbo de viento. No me extraña que algunos se dediquen a
cazarlas y clavarles alfileres. Se merecen esa sañuda lección.
martes, 25 de abril de 2017
Levantamiento de cadáver.
En las perchas tengo muertos que aún
no he descolgado. Pinzados por los hombros permanecen en este entierro vertical
acompañando a la ropa que sí uso, que todavía paseo por las calles. Las
chaquetas saben quiénes fueron sus dueños y rechinan cuando mi mano las sacude
midiendo su utilidad. Debería librarme de esa ropa que solo entiende de
espectros. No es fácil, porque las personas impregnamos las cosas de nosotros
mismos, que se lo pregunten a los de la policía científica, que te sacan el ADN
de un gorro de lana mal doblado, y claro, eso sería como tirar al contenedor a
mis difuntos, a mí mismo, a una vida que ya va necesitando de referencias para
sujetarse al despertador cada mañana. Un buen incendio es lo que van pidiendo a
gritos estos armarios donde ni las polillas se atreven a entrar. El fuego es
verso libre, es revolución anarquista. De la primera llama a la última, que es
la misma - ya cansada de dibujar lágrimas de oro en el aire -, va un desorden
de tenedores iridiscentes que comen tanto carne como pescado, madera como
recuerdos. He de dejar solo el esqueleto, la percha colgada del aire inflamado,
la esquela profesional dormida entre dos páginas de un libro de árboles
frutales. Roñoso es el fruto cuando las palabras están dedicadas a un espacio
deshabitado. El espacio, ahí está el problema. En los cajones caben muchas
cosas. Qué meteré en ellos después de la evacuación. Esta casa no estaba
pensada para una sola persona. De ninguna manera.
lunes, 24 de abril de 2017
La muga.
La luz de la piedra medieval canta
en directo a los siglos venideros. Ahí va tu vida ascendiendo con sudores a una
cumbre difusa, aficionada a los trucos de magia que aplaudimos porque nos gusta
el autoengaño más que a un médico de la SS dar de alta. Por la cuesta rueda el
tiempo que no existe y cae por la sima que no se abre. Un segundo, solo un
segundo solo, sin tildes, equiparando al solitario con los demás, largo porque
es único, no hay más que un segundo, piénsalo durante un segundo: ¿alguien oye
los dolores de su parto o los estertores de su muerte? Un segundo atemporal
como el vuelo de un cerdo o el ronquido de la escarola. Rueda por el cantón,
con la memoria escalonada, el segundo, tu segundo, nuestro segundo que es el
primero y el último, el único donde se funde el queso en el plato, tu vida en
el cantón, tu estómago repitiendo los cantares medievales, todo rueda menos la
rueda que gira durante un segundo. Has perdido el tiempo leyendo esto, has
perdido tu segundo y ahora es tarde, se acabó.
viernes, 21 de abril de 2017
Ya empezamos jodiendo desde la mañana.
No sé cómo se escribe cruasán en
francés. Me lo pregunto cada vez que lo desayuno junto a un moro que mastica
tabaco y propone hacerme una mamada por cuarenta euros. Jodido moro que quiere
embadurnarme la polla con su halitosis de nicotina. Si sigo desayunando en este
garito es para ratificar que la naturaleza humana da asco coma o no cruasanes.
Lo que no entiende la lengua, el estómago lo digiere sin preguntar. En la
calle, el autobús de la asistencia social ha recogido cuatro sillas de ruedas
con personas resignadas a la prolongación del tiempo en relojes estropeados. Me
fumo un puro después del desayuno y le echo el humo en la cara al moro que por
venganza me escupe su bola de saliva y tabaco en chicle. El moro me dice:
cabrón cristiano de los huevos, y le muestro el crucifijo que llevo colgado al
cuello, crucifijo por el cual no me jugaría el cuello. Pero el moro tampoco
tiene intención de inmolarse por aquí ni por alá. Así que estamos igualados en
cuanto a devoción. Nos despreciamos porque somos muy parecidos. Voy a por el
pan sobado, con el que untaré salsas asquerosas por mi manía de emular la
cocina desautorizada. Volveré a casa donde me espera el ordenador con sus avisos,
con mis amiguitos de facebook lanzando desengaños al ciberespacio. Enviaré mis
colaboraciones y eructaré con erección estúpida, convencido de que la edad no
enseña nada reseñable, excepto que te queda menos tiempo para hacer el bobo con
la pretenciosidad de un superhéroe.
jueves, 20 de abril de 2017
El mejor amigo.
La huella que deja mi cuerpo en las
horas muertas, el sofá la reconoce. Él masajea mi espalda y ausculta el vacío
del ano entregado a sus monólogos. Mi sofá me duerme con sus florituras de
tela, recibe mis olores con la mansedumbre de un animal de compañía en quien
vuelcas tus impotencias. Derramo sobre él sobrantes de cerveza y lo someto a
sesiones de sado apagando cigarrillos de tabaco liado. Se amolda a un peso que
no es el suyo y guarda secretos que no importan a nadie. Si pudiera escribir de
mí como yo de él, acabaría con la escasa honra que me queda. El sofá tiene
memoria y me recuerda las verdades que balbuceo en medio de la ebriedad. El
sofá es fiel porque sus patas no sirven para andar, de lo contrario se alejaría
de mí como los demás.
miércoles, 19 de abril de 2017
Señales.
La mano tendida da o pide, bendice o
se aferra, acerca o distancia, acaricia o restriega, prudente o necia,
extrovertida o temerosa, la mano tendida, confusos son los gestos del hombre
confuso con la mano tendida cuyos sueños son gárgolas de pies fríos, con un
nombre al que no responde, barba indigente y cargado con una mochila de
fronteras licuadas, su pesadilla es reiterativa, camina como un dios sobre un
océano de sapos resbaladizos, sabe que su alma es lasciva como así lo atestigua
la carne que la transparenta, a los cobardes les gusta culpar al placer de sus
males, se da un baño de flores en el jardín público y amanece ausente junto al
contenedor amarillo con la mano tendida hacia el plástico.
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