sábado, 12 de marzo de 2022

La danza del espacio infinito -89

 


El asesinato de un niño conmueve al país. El bellaco que ve la televisión nota alivio al comprobar que el mal no es de propiedad privada. ¡No soy un bicho raro, hay más como yo! Cuanto más conoce la iniquidad de la naturaleza humana, empezando por la suya, más cree en Dios. Qué alternativa le queda: ¿mejorar? Quien contemple esa opción no conoce el material averiado que hemos construido. No mejoramos, apenas somos capaces de dar aliento a las virtudes, que sin duda, también poseemos. Solo en condiciones idílicas estamos capacitados para embridar nuestro lado oscuro. Hemos de haber sido unas criaturas implacables a la hora de asegurarnos la evolución. Y dentro de ella, hay que remarcar el interés personal que se concibe como obligatorio frente al resto de miembros de la especie. El rufián no se deja engañar por la verbalización generalizada de bondad, no se deja engañar por el escondite que los cobardes usan al demoler sin piedad al sospechoso. Todos, sin excepción, pretenden acallar sus propios demonios, y afirman querer comprender. Es mentira, pues niegan lo evidente. Claro que cree en Dios, en quién si no.


jueves, 10 de marzo de 2022

La danza del espacio infinito -88

 


Es grande el coste de intentar parecerse tanto a los demás: o te despersonalizas o te embarcas en un viaje de radical extravagancia que arriba en locura. Estoy con la apreciación de Cioran: "Es casi imposible concebir la eternidad en posición vertical". Esa es la única característica de peso que distingue al hombre del resto de criaturas, su afán de concebir la eternidad, de concebirse parte de ella; o por qué no, ella por completo. Y claro, somos unos insatisfechos de serie. Hay un desequilibrio de difícil compensación entre nuestras aspiraciones y nuestras realidades. Nos faltan datos para tanto anhelo. De dónde nos viene la inquietud de sentirnos incompletos. Los nuevos sabores nos abren más el apetito, los olores nos trasladan en el espacio y el tiempo, las caricias son simulacros de lo que nos creemos merecer. Ni arrastrándonos por la vulgaridad, ni abotargando nuestros sentidos, ni rompiendo el frágil hilo de la memoria, somos capaces de silenciar del todo el llamamiento de la eternidad. El insomnio inquisitivo, el estado alterado de conciencia, son el terreno de juego que algunos eligen para encontrar respuestas. Y las hallan, pero cuál era la pregunta. Nuestro cuerpo es un cedazo muy tupido. Pocas realidades pasan con nitidez por él.


martes, 8 de marzo de 2022

La danza del espacio infinito -87

 


Si recibes demasiado castigo no pueden esperar que reacciones con lógica a la autoridad, o con precaución ante el peligro de muerte. El egoísmo se usa por miedo a que el dolor ajeno te destruya. Ningún hombro es capaz de soportar el peso del mundo. En el fuego cruzado siempre hay un infeliz que está distraído, paseando por el sitio equivocado. El hombre que deambula con la mirada perdida tiene respuestas por las que nadie pregunta. Le aseguraron protección si delataba a los malos, cuando se dio la vuelta ya estaba solo. Hace cosas efímeras y las mira para olvidar. Entiende las claves que mueven el alma humana, pero ya no se cree en el alma humana, así que sonríe con tristeza cuando la bala perfora un punto de su camisa y se le apaga la luz artificial del sol.


domingo, 6 de marzo de 2022

La danza del espacio infinito -86

 


El esquelético tendedero posa al lado de la silla de ruedas plegada, sostiene dos pares de calcetines: uno rosa, el otro gris. Dos personas viven en la casa, una de ellas con sinestesia y discapacitada de las extremidades inferiores. No anda, pero saborea las palabras y ve colores con cada punzada de dolor. Sobre la encimera duermen un bote de hinojo, un especiero, un rollo de papel absorbente, una planta sufridora, dos trapos, líquido lavavajillas color azul, un paquete de carbonato de magnesio y un cuchillo de sierra con ganas de sangre. Sobre la mesa viven una panera con migas y un currusco de pan rocoso, un frutero con dos plátanos, una mandarina, un  mango y dos peras de Rincón de Soto. Otros habitantes de la cocina son la lavadora bailonga, el frigorífico acatarrado, los fogones requemados, una caldera con hipo calórico y una televisión encendida a la que nadie atiende. Una cocina es la suma de sus cosas y algo más. La suma de cocinas, no sólo es una suma numérica, es el infierno mismo, custodiado por cocineros de renombre haciendo programas mediáticos, escribiendo libros de recetas, contándonos lo fácil que es cocinar y callando lo mucho que ganan por hacer eso tan fácil. Dos personas, una de ellas discapacitada, ambas incapaces de moverse. Tienen miedo a los azotes que se reparten por el mundo de manera arbitraria. La desgracia suele tener fijación con algunas personas. Con la maldición, de nada vale una orden de alejamiento, así que se sientan al calor infernal de la cocina y permanecen quietas, en silencio, casi sin respirar, con la esperanza de que si no alteran nada de su alrededor, la vida pasará de largo, al menos esta vez.


sábado, 5 de marzo de 2022

La danza del espacio infinito -85

 


Es difícil ser honesto con uno mismo, no hacerse trampas al solitario. Se debe al desfase entre lo que quisiéramos ser y lo que somos. Me asola un dolor de cabeza que señala a una actividad cerebral desacostumbrada, a agujetas de las neuronas, como si quisiera contener en el pequeño tarro craneal el conocimiento de miles de millones de años. También entre los de la clase baja hay clases, entre los obreros hay oprimidos y privilegiados, entre los intelectuales hay bobos que lo saben y otros que no, entre los artistas hay caraduras con más desfachatez que otros. Soporto y siento compasión por cualquier criatura que no pretenda dar lecciones de moral desde un púlpito imaginario. He conocido a quienes sienten morboso placer en magullar un alma blanca. La curva es bella, no tiene destino conocido. La línea recta de los moralistas es tajante, doctrinal y de tan imposible satisfacción que frustra al más santo. Y escribo como si manejara un detector de metales por la playa vacía, como buscando un agujero negro que me absorba y me haga desaparecer. No creo en las respuestas. Creo en mi dolor de cabeza; es real, ruidoso, con peso.


viernes, 4 de marzo de 2022

La danza del espacio infinito -84

 


Ha tenido una visión, va a morir en el barrio en el que nació. Intentó viajar por el mundo, pero no salió bien. Fue a buscar el amor lejos de esas tierras, pero no salió bien. Se sumergió en Internet buscando nuevos contactos y horizontes intelectuales, pero se saturó de abstracciones y dobles identidades. Así que volvió a echar un ojo al barrio y se dijo que no estaba mal. Ahí residirá hasta que su muerte los separe. Es ese barrio una metáfora del útero del que se resiste a salir más de lo normal, de la ECM que experimentó al principio de la adolescencia y de la que fue obligado a regresar sin explicaciones. Así que el barrio es su búnker y su tortura casera con cebolla. Cuando desde las instituciones públicas vienen con planes de rehabilitación del barrio, se niega. Quiere deteriorarse con él, sentir la decadencia con sus fachadas sucias, sus calles levantadas, sus comercios tapadera. El paso que hay entre el pensamiento y el acto no lo da. Es inmovilista. No le gusta su barrio estéticamente, pero se identifica con él. Claro, tampoco él se gusta, qué procacidad sería esa. En su barrio no se conoce la primavera ni el otoño, ni brotan las flores ni se caen las hojas, ni nada  recuerda a la naturaleza. En su barrio solo tienen un frío que estrangula los muros o un calor que revienta el asfalto. El infierno de Dante posee belleza, su barrio no. Algún día le sacarán de él con los pies por delante y nadie se dará cuenta de su ausencia, como debe ser.


jueves, 3 de marzo de 2022

La danza del espacio infinito -83

 


Iba en pantalón corto, caminaba con cautela. En la parte superior del cuerpo destacaba el chaleco de pesca con un montón de bolsillos. Desde la mirada de un aficionado a las series de televisión, parecía un agente de la DEA en misión por Miami. En la mano izquierda llevaba una cesta de mimbre con los aparejos necesarios para capturar a los peces de esa parte del río. Había salido; mejor dicho, huido de casa antes de que las primeras luces naturales se impusieran en la ciudad. Muchas veces se veía obligado a escapar de las artes abyectas de su mente durante la noche, a conducir durante horas y deambular por parajes sospechosos en una investigación imaginada. En esta ocasión tuvo la ocurrencia de llevarse su equipo de pesca, por si esa actividad pudiera aliviarle en algo la comprensión insufrible que tenía en el pecho. Hace un año que el psiquiatra le diagnosticó ataques de ansiedad y pánico. Sudaba, se le contraían las sienes, se le disparaba el corazón, le dolía la cabeza por dentro, de oreja a oreja, los ojos parecían a punto de reventar y la sinrazón lo esposaba y amordazaba. Se sentó en la margen izquierda escuchando la bravura y la crispación con que bajaba el agua en la parte más profunda del río. Y se sintió identificado con esas sacudidas del líquido, con los saltos sobre las rocas. Lanzó su caña desde la orilla en calma a la que aspiraba sin éxito. Recogió el sedal con el animal resbaladizo colgando por donde muere. Tuvo miedo de sí mismo, de su miedo, de su ansiedad desprovista de freno. Tuvo miedo de sentirse como ese río encabritado, de convertirse en un lucio coleando desesperación, sintió su mano llena de escamas y apretó con fuerza la cabeza del pez hasta reventársela. Una fría brisa de primera hora le despegó de sí mismo, se tumbó en la orilla sin ganas de seguir pescando, cerró los ojos y pensó que hay pescaderos que parecen cirujanos y cirujanos que parecen pescaderos.



martes, 1 de marzo de 2022

La danza del espacio infinito -82

 


Una noche larga, el mutismo del servicio de mensajería en el móvil, internet agotado de dar vueltas sobre sí mismo, un café, otro, una canción, la misma en bucle, el sofá hundido, hielo negro en las aceras, las plantas tuercen su espinazo, un cadáver en el pasillo, tú eres el asesino. Era un amigo que había venido de visita, a tomar una copa, a charlar del pasado. Los amigos hablan demasiado del pasado. El pasado no es un asunto resuelto al gusto de todos. Pero el futuro es un peligro porque abre la posibilidad a nuevas y diferentes enemistades. Sobre la mesa del salón está la botella de vino casi vacía, y dos copas, casi llenas. Los cadáveres hacen ruidos, o esa es la impresión que tiene el asesino. La amistad sobrevive a los amigos — piensa —, y se ríe. La noche gana en densidad, en peso, en filosofía barata. Pero no quiere que acabe. Las primeras luces traerán a la policía, tendrá que explicar lo que ha ocurrido. El pasado otra vez. Zenón y el movimiento imposible. La potencia del sabor del vino le sorprende. Sus sentidos se han aguzado desde que el cuerpo ha caído en el parqué del pasillo. Nota que el amigo (o la sinopsis de él) flota sobre su cabeza, mirándolo, sin juzgarlo. Levanta la copa y brinda. A la salud de la muerte.


lunes, 28 de febrero de 2022

La danza del espacio infinito -81

 


En el momento crucial de la toma de decisiones le entró una vocación inusual e inadvertida hasta ese momento. Dribló a su lineal biografía para dar la oportunidad al extravagante destino. Más tarde llegaron las preguntas sin respuesta indubitable, como quién hace la llamada o para qué eres llamado. Y se fue contando a sí mismo un relato que tuviera una coherencia interna, pero sabiendo que quizá todo fuera una ficción ideada para otorgarse un papel de protagonista, aunque fuera de antihéroe. Cuando la vocación aparece, el horizonte se abre haciendo del futuro un dictamen diáfano. Luego llega el apagón analógico; nubes bajas impiden la visión, los ojos entran en modo miope hasta la ceguera, el entendimiento se achaflana, entorpece, y se niega a funcionar con un mínimo de prestancia. Da igual lo que hagas, lo que te propongas, lo que te impongas, lo que desees, lo que te esfuerces, lo que estudies, lo que reflexiones, lo que reces. Da igual. Dudas hasta el extremo de la duda. Dudas hasta alcanzar la certeza de que no hay vocación que valga, que fue un contrato con fecha de caducidad, y estás solo con tu error. Le gustaría hablar de un final feliz, pero...



domingo, 27 de febrero de 2022

La danza del espacio infinito -80

 


Su trabajo consiste en salir temprano de casa a dar conversación a la panadera, al camarero, al frutero y a la farmacéutica. Después almuerza. Más tarde charlará con los jubilados de la calle, hará chistes verdes para solaz de las abuelas que buscan los remisos rayos de sol en la plaza recogida. Su tarea matinal se remata con el chiqueteo de vino blanco, donde departe con inmigrantes, jóvenes y trabajadores que buscan en el mediodía un rato de holganza. Soy de los pocos que valora su labor social, aglutinante del barrio. Y se lo agradezco con devoción. Su paciencia y su entrega a las relaciones interpersonales no tienen precio y por eso nadie se lo paga. De mundano y ligero también tenía fama Proust. Los prejuicios no me nublan la vista, y los juicios a posteriori tampoco. Este vecino del que hablo tiene nombre, pero sobre todo tiene apodo. Este vecino no escribe, su cultura es oral. Unos pocos escuchamos, observamos y escribimos como evangelistas del Mesías del barrio. Fuma tabaco de liar, y las calles se ponen grises, como los pensamientos de un funcionario, cuando por enfermedad no puede bajar a la calle. El Ayuntamiento no le pondrá una placa, ni puta falta que hace. Gracias a los anónimos está el futuro asegurado. Que lo disfruten las generaciones próximas.


sábado, 26 de febrero de 2022

La danza del espacio infinito -79

 


El juego de azar observa al principiante. Si manipula bien las cartas puede ganar un fiel seguidor para siempre, un siervo, un esclavo. El juego es magnánimo y seductor con el principiante, otorgándole premios cautivadores, haciéndole creer que es un elegido, que la fortuna está de su parte. Y el principiante empieza a bajar la guardia, a sentirse a gusto con el albur, a pensar que es más listo que el resto de jugadores, alguien especial en el espacio sideral. El principiante pronto deja atrás los principios y se adentra en un mundo oscuro que piensa va a desentrañar. El jugador se acuerda de la inocencia de sus primeras jugadas, cuando apostaba por diversión; ahora está enganchado a no sabe qué, solo sabe que no se divierte, que pierde mucho más de lo que gana y que no le importa el resultado sino el hecho de apostar, de jugar, de servir como un sicario de hojalata a la destrucción del alma. Su mente no se aquieta fuera del juego, corretea dispersa, apenas puede hacer otra cosa con sentido que no sea jugar. El juego es sedante, adormece el dolor inoculándole un virus que a la larga será devastador. Lo sabe, pero no basta saber. <<Ya es tarde para rendirse>>, piensa. Ahora hay que apostar más fuerte, a todo o nada.

 


jueves, 24 de febrero de 2022

La danza del espacio infinito -78

 


Desde cuándo no has cuestionado un valor de tu cotidianidad. Cuántos miles de días podrías resumir en uno. Cuántos días han transcurrido de forma mecánica. Incontables. ¿Entonces? No puede la muerte cogerte desprevenido, demasiado tarde llega. Celebras como efemérides los cincuenta años de tu primera polución seminal, las bodas de oro del alud sexual. —Qué soñaste anoche—. —Que dormía—. Sé de almas gemelas que se evitan hasta la quinta reencarnación, pues ser almas gemelas no implica necesariamente que ambas estén en el mismo punto de avenencia. Desde cuándo sabes que no harás cumbre, que no pasarás del campo dos, que mucho será si bajas con dignidad hasta el nivel del mar, que te ahogarás en un vaso medio lleno de agua con gas. Desde cuándo tu voz interior no te habla. Y cuando te habla, por qué siempre te coge atendiendo asuntos urgentes; a ti, que vives sin vivir en ti.

 


miércoles, 23 de febrero de 2022

La danza del espacio infinito -77

 


Este barrio es como los demás, fragmentado de escenas descabelladas, con baldosas intrigando para dislocarte hasta el hueso de la risa, con zapatillas de marca colgando de las ramas de los árboles, perros de dos patas con capirotes de penitente paseando por medio de la calzada, con prejubilados de banco borrachos recordando cuando concedían hipotecas por el 110% de la compra. Si los fracasados volaran, este barrio sería un aeropuerto internacional. Te tropiezas con raperos tartamudos, rateros que manejan tres idiomas, putas vírgenes, comercios que fían sin fiarse. El anticristo se ha reencarnado, y qué, nadie es más que nadie a la hora de llamar la atención. En este barrio, en cuanto los niños se destetan, ya sueñan con largarse de aquí. En cuanto aprenden a andar, ya sueñan con correr y no parar hasta el otro lado del mapamundi. Guerras de letras con las gorras y txapelas del revés, bertsos denominación de origen contra los latinos y su spanglish. Cada vez que algún emprendedor abre un negocio en este barrio, las carcajadas se oyen en la asociación de sordos sita en la calle Catahuevos. Los conductores de sillas de ruedas compiten con los Roller skaters. La policía multa vía satélite. Cuántos abortos llevas. Ya seríamos familia numerosa, de las de antes. Si alguien te abraza te está quitando la cadena del cuello, si alguien te llega por detrás te está estrangulando con la cadena de tu cuello. En este barrio quedan pocas cadenas al cuello y muchos antros de segunda mano, que suelen ser de quinta. Los que hablan con nostalgia y romanticismo de este vertedero son los que consiguieron escapar de él. A quienes se fueron, los odiamos y envidiamos a partes iguales; pero que no vuelvan, no queremos aquí a triunfadores, a traidores.


martes, 22 de febrero de 2022

La danza del espacio infinito -76

 


El sobrino era un mozo bien plantado, de ojos guasones y tendencia al donjuanismo, incluso cuando la oportunidad no era la adecuada. Acomodó los cojines del sofá a su anciano tío - enfermo pulmonar y renal crónico -, al tiempo que sonreía a la asistente social que estaba de visita reglamentaria. Le ofreció un café a la muchacha. Ella aceptó. El viejo se quedó solo en la sala mientras ellos iban a la cocina. Oyó reír a los jóvenes de forma agitada, con las maneras típicas del flirteo. El anciano se debatía en su interior entre denunciar su situación o seguir sufriendo los desmanes de su cuidador, ese sobrino hijoputa que a los ojos del barrio estaba haciendo una obra de sacrificio amoroso. Solía declarar el sobrino que cuidaba en casa de su tío para que no tuviera que pasar sus últimos años de vida en una residencia de mala muerte. El mozo cobraba un sueldo por su labor y tenía acceso a las cuentas de su tío soltero, que visto lo visto, había sido muy ahorrador. Al principio, se portó bien con él, hasta que obtuvo su confianza y logró que el anciano hiciera las gestiones pertinentes para nombrarle beneficiario de sus bienes. Desde entonces, su comportamiento había cambiado. El cuidador se cansó y solo pensaba en los beneficios de que su tío dejara de respirar. Pero debía seguir igual de encantador a los ojos del mundo. El viejo se removía en el sofá entre dolores y cojines. La asistente social le había hecho las preguntas de rigor, le había acariciado la palma de la mano y había lanzado un par de suspiros de conmiseración. Luego ya se había olvidado de él y se centró en el sobrino, que si necesitaba ayuda a domicilio para lavarlo, que si necesitaba tiempo para sí mismo, que si... La asistente le comentó al anciano que ¡menuda suerte! tenía de estar tan bien cuidado. El viejo sintió que se le aceleraba su precaria respiración, pero calló y bajó la mirada al suelo por temor a que su sobrino tomara represalias más tarde. Ahora ambos jóvenes estaban departiendo en la cocina como si nada, como si ayer él no se hubiera caído en el pasillo y su sobrino pasara horas sin ayudarlo a levantar. Cuando iba de un lado a otro de la casa, simplemente pasaba por encima de su cuerpo, le insultaba con expresiones como "inútil de mierda", y seguía a lo suyo. Al caer la tarde se dignó a levantarlo y de malos modos lo tumbó en la cama, sin cambiarle el pañal ni darle de cenar. Hoy, sabiendo que venía la asistente social, le ha hecho la higiene a toda prisa, le ha peinado, dado de desayunar, puesto el pijama nuevo y sentado en el sofá, no sin antes proferir la amenaza de romperle la cabeza si soltaba alguna inconveniencia. Cuando la trabajadora social se vaya, su sobrino abrirá una botella de vino blanco y se sentará ante la televisión a ver deportes todo el día. Mientras tanto, el anciano se quedará en la cama sin moverse, con los ojos puestos en el techo, con dolores continuos, sin tomar la medicación a su hora y aterrado ante cuál será la siguiente tortura de su -a ojos del mundo- abnegado y afectuoso cuidador. 


lunes, 21 de febrero de 2022

La danza del espacio infinito -75

 


Muerta la esposa amada, el conde viudo decide pagar un réquiem al maestro y hacerlo pasar por suyo. Cree que la música no tiene propiedad intelectual, sino espiritual. Envía, no obstante, a un mensajero con los bolsillos llenos. Ya se sabe que el dinero disipa el horizonte del artista permitiéndole centrarse en escuchar a las musas. Pero el réquiem llama a la muerte, en este caso a la del autor. La muerte es siempre obra inacabada. Mi tía abuela no tuvo un réquiem con coros ni violines. No pudimos contactar con Wolfgang, estaba en el Olimpo enardeciendo a los dioses. La música es rigor estético, geometría, álgebra, arquitectura y materia oscura. Herbert von Karajan o Leonard Bernstein hacen aspavientos frente a los músicos que reciben por el aire lo intangible y lo trasladan a sus violas, fagotes, trompetas, trombones, timbales, contrabajos... con la exactitud de quien sabe que la belleza no se improvisa. Y las voces, ese instrumento humano que rasga el velo más apelmazado, ponen letra acunada al producto final que detiene el tiempo y entierra al ser querido para siempre con una mortaja impoluta. A mi tía abuela no la enterramos, la incineramos, es más barato. Las cenizas ocupan menos sitio. La muerte es dejar sitio. Amén.


domingo, 20 de febrero de 2022

La danza del espacio infinito -74


Su vecino tiene un perro y comparte con él los ladridos. Su vecino pone música salsa y él la baila. Su vecino practica sexo con parejas diferentes. Él se masturba inspirado por los gemidos. Hacen tríos con un tabique de por medio, pero ellos no lo saben. Su vecino tiene una vida, él se aprovecha de ella. La soledad le provoca hernias, úlceras, encogimiento del estómago y visiones. Mientras escuche la voz de su vecino seguirán dormidas las voces que le asedian, y la locura se podrá tratar con un poco de vida de santos y algún antidepresivo. Su vecino es cocinero en un restaurante de hotel. Por la noche le suele traer las sobras a casa. Le da pena. A él le gusta dar pena. Cuando se compadecen de él le dan por amortizado y suelen bajar las defensas. Subsiste como un parásito. A su vecino no le importa, se siente bien consigo mismo, se siente superior y afortunado en la comparación. Cuando el cocinero se va de viaje, le deja las llaves de su casa, y él le riega las plantas, cuida de su perro, da largas a las amantes. Cuando vuelve del viaje, le trae algún obsequio y le da unos euros por las molestias. Baja la cabeza y se lo agradece. A veces piensa en quién reparte los papeles de la obra teatral de la vida. A veces se pregunta por qué es un secundario sin frase, pero enseguida se le pasa la inquietud filosófica. Acata, acepta, sabe hacer bien su papel. Lo importante es que la obra se escriba. Sobran en el mundo personas que se creen estrellas y faltan actores de reparto. Su vecino golpea el tabique, sale al descansillo y llama a su puerta para ver qué quiere. Le pide que le baje la basura, si no es molestia. Ninguna molestia, le contesta, y estira la mano para coger sus desperdicios.

 

 

sábado, 19 de febrero de 2022

La danza del espacio infinito -73

 


Un relato fragmentario recorre las venas del tímido que vive hostigado y asolado. Escenas que se rompen antes de completarse, vivencias que se frustran por miedo a que se frustren. El otro es visto por el tímido como estorbo, impedimento, o como guadaña. <<El otro no soy yo y eso es peligroso>>, dijo el tímido. Bebe para acallar la pesadumbre, para oxigenar su vida social. Las fobias se relajan a la sombra del alcohol. Un trago y ya no puede decir basta. Compulsión etílica. Afirman que en la inseguridad está la clave de todo tímido. ¿Cómo estar seguros en esta vida? Seguros, como mucho, de que acabaremos abandonándola. El tímido se entrega a la lectura concentrada de un párrafo de filosofía griega sabiendo que puede ser el último de los placeres que disfrute el resto del mes. El mundo es cruel, su cuerpo vulnerable y su alma tan, tan esquiva... No puede el tímido caer en la autoestima engañosa, no sabe cómo burlar el entendimiento que tiene de su poquedad. Huye de las miradas inquisitivas, incluso de las compasivas. Huye como deporte, como obligatorio ejercicio de supervivencia, huye hasta de las situaciones más inocuas. Internet lo inventó un tímido. La pornografía la inventó un tímido. La muerte sin vuelta atrás la inventó un tímido. La reencarnación y la resurrección son para los resueltos. El tímido bebe para ir a comprar el pan, y vuelve a beber cuando regresa, ofuscado por la intensidad de la experiencia vivida en la panadería. El tímido repasa en su mente una y otra vez la escena que ha de encarar, la anticipa, ensaya respuestas, calcula variantes y cuando llega el momento se paraliza y nada ocurre como había imaginado. El tímido tiene accesos de violencia nacida de la impotencia. Es capaz de matar antes que explicarse. El tímido piensa mucho, demasiado, pero cuando va a exponer su idea original, incluso genial, se traba, e incomoda a su interlocutor. La idea se desvanece y él se retrae en una charca de resentimiento. El tímido se queda sin trabajo, se queda sin pareja, sin amigos, sin familia. El tímido se queda sin espejos. El tímido no sabe pedir ayuda y acaba por pensar que no la necesita, que los demás son su causa perdida. Los días buenos es introvertido, los malos es tímido. Los días buenos está solo porque quiere, los malos porque no puede hacer otra cosa. La soledad de una habitación es la amiga entrañable que le pone en contacto con lo intangible, un ámbito que sí le tranquiliza. El tímido cuando se suicide no se tirará por la ventana ni se ahorcará, ni se disparará en la boca. Lo ve escandaloso socialmente. El tímido se suicidará alargando el sueño hasta el infinito con una sobredosis de tristeza.


viernes, 18 de febrero de 2022

La danza del espacio infinito -72

 


Cuando Mozart estuvo en la jungla sonó la flauta mágica en los oídos de los infieles. El director de orquesta se adentró en la selva Mazatzal de Arizona en busca de su batuta y para conocer a los padres de su novia. El amor inviste de osadía al creativo de una fábrica de galletas. En el minuto nueve y cuarenta y cuatro segundos un cartel anuncia que unas ratas casi matan al Papa. Cuando la roca cae, los infames acomplejados corren a darle una patada en los riñones por asegurarse un puesto de relevancia a la derecha del nuevo capo de la finca. Suena la misa de la coronación en los pantanos de Luisiana. Hasta allí fue el Papa acompañado de Mozart a conocer a los padres de la novia. Las ratas son una plaga no tan perniciosa como la de palomas, pero casi. Muerden al Papa en sus tobillos y éste besa el suelo, esta vez sin querer. Réquiem. El difunto eres tú y aún no lo sabes.


miércoles, 16 de febrero de 2022

La danza del espacio infinito -71

 


Me enseñó a estar vivo incluso muriéndose. No me gustaría que sonara muy denso, pero fue un hombre realizado, lo que en Asia se conoce como un iluminado. En mi barrio si llamas iluminado a alguien tiene un sentido diametralmente opuesto. Un iluminado que no dio charlas en teatros ni abrió un canal en Youtube. Un iluminado porque concebía la unidad dentro de sí y la expandía allá donde iba. Y como la unidad verdadera, no temía a la variedad, a la multiplicidad, incluso al aparente caos. La unidad se manifiesta de millones de formas diferentes e intentar uniformarlas es un crimen. Era un tipo que cuando te miraba no veía a alguien semejante, se veía a sí mismo. El mundo era para él ese escenario donde la vida tiene tanta pujanza, tanta determinación por emerger, que la siniestra niebla que el pensamiento humano se empeña en extender, queda ridiculizada ante la mirada sin prejuicios, libre, sin temor, de un niño o de un hombre vencido por el sistema. Fue un hombre que enseñó mucho sin dar una sola lección de nada. De esos hombres que son el reservorio de una humanidad que se ha lanzado a buscar hitos en el futuro, al tiempo que renuncia a las maravillas de lo que es. Sabía traerte al presente, engancharte al ahora, hacerte vivir con una intensidad desmedida el momento, por muy sencillo que éste fuera. Sabía quién era, y sabía estar para dejar constancia. Decía que la cadena es tan fuerte como su eslabón más débil, así que todos pendemos de un hilo, hasta el hombre más liberado del planeta. Un hombre iluminado es un hombre comprometido. Un hombre liberado ve la liberación en cada hombre. Y cuando alguien te mira así, te hace sentir especial. Eso es lo que me legó. No solo a mí, a todo el que tuvo la suerte de tratarlo en cercanía. El dinero fue una de las herramientas que supo usar con maestría para moverse por el mundo sin que las administraciones, los poderes, ni los grupos de influencia, pudieran ponerle ni una sola zancadilla. Y a diferencia de otros con dinero, nunca se apegó a él, y supo desprenderse de todo con suma elegancia. Él decía: ¿Desprenderme de qué? Nunca he tenido nada que pudiera atrapar para siempre. Cuando eres, basta. Si la nada va a engullirte, y te encuentra con algo, la rechazas y vuelves a la perspectiva parcial. No te disuelves en la maravilla del universo. ¡Cómo iba a cometer esa torpeza!