Es
este instante. No hay otro. Es vertical. En la línea vertical no hay
diferencias, sea cual sea la altura a la que te sitúes. Las diferencias son
propias de la línea horizontal, temporal, de los cambios en la forma. Este
instante es el aquí y el ahora, sin otro aquí y ahora. Este instante es el ser
atento a sí mismo. Cuando el ser se expande y está atento a esa expansión
aparece el universo, y sus formas adquieren perspectiva. El ser es uno, sus
movimientos son dos: contracción y expansión.
Estás
en una habitación: hay un escritorio, una silla, unas baldas, una cama, un
armario, una ventana, una puerta, un cuerpo humano (con el que te identificas),
una lámpara, un suelo, una alfombra y cuatro paredes. Para observar la escena
en su totalidad y libertad, el testigo no puede asumir un centro de observación
desde ninguna de las formas que pueblan la habitación. ¿Desde dónde concibe la
escena entonces? Desde el espacio vacío. Ese es el estado natural del ser.