miércoles, 13 de mayo de 2020

Habas Contadas. 13 de Mayo.





"...transfiriendo a estas sombras de la imaginación, desde nuestra naturaleza interior, el suficiente interés humano como para lograr momentáneamente la voluntaria suspensión de la incredulidad que constituye la fe poética".

 (fragmento de la biografía literaria del poeta inglés Samuel Taylor Coleridge).


Cuando compruebo que los fantoches cuentan con un inmerecido predicamento y los que trabajan desde la humildad son desairados, pienso que pensar no es suficiente. Si nos entregan los secretos del universo en una caja de cartón, los desecharemos como si de superchería se tratase. Si nos venden humo saliendo de un objeto brillante, caemos postrados. Tendemos a creer en lo resplandeciente. Animo a que busquen el gen responsable de actitud tan primaria que nos aboca a la extinción. Inusual es encontrarse con alguien que no se considere víctima de las circunstancias, sean éstas las que sean. Y las víctimas son fáciles de manejar desde el sensacionalismo y el sentimentalismo poético. Un ejemplo de víctima autoproclamada me comentó, después de perder el trabajo y a su segunda mujer, que se había ganado el derecho a pecar con tranquilidad. No sé a qué se refería. No quise preguntar, no fuera a ser que se sincerara. Los confesores son de usar y tirar. Nadie quiere volver a toparse con uno cuando se te ha pasado el arrepentimiento. Estamos hechos de fragmentos que articulan una composición incoherente. Y vivimos con esa descomposición dentro, como un Alien que fuera a devorarnos, cansados de la credulidad que exime de la experiencia. No quiero aprehender los grandes arcanos, quiero salir y disolverme en ellos: en el tiempo, el espacio, la luz, la materia oscura o la oscuridad sin materia, la cosmovisión fractal, los números primos y primas, la dimensión de Hausdorff-Besicovitch, la cohabitación, lo individual y universal, dios y su desprendimiento. 



miércoles, 29 de abril de 2020

Habas Contadas. 29 de Abril.



La nube de polvo que levantan las pezuñas presurosas del caballo, la figura erguida del jinete, el sombrero calado, el pañuelo al cuello y un horizonte sin fin por delante. Así empieza y así acaba una buena historia de cuando los hombres no eran civilizados, pero eran capaces de defender su destino con sangre en los nudillos. La muerte para ellos nunca fue un obstáculo. Un tiempo en que los ahorcados eran veletas desfiguradas para el viajero en busca de asiento, de cuando a la tierra pedregosa había que extraerle el sustento a machetazos. La maestra vestía con harapos, el minero era negro desde fuera, la cantinera regaba la barra con whisky barato, el doctor extraía las balas de los cuerpos retorcidos con el dedo desnudo, el banquero guardaba los ahorros de los paisanos para que el forajido de turno tuviera una misión en la que echar el rato. La justicia era rápida, en mitad de la calle. El amor era de granero. El enterrador apenas pegaba ojo. El pastor ponía una vela a dios y otra al diablo, y cuando llegaba el forastero sin afeitar se apagaban ambas. Hacer fortuna era marcharse del poblado para no volver, dejar atrás las mujeres que te convirtieron en hombre, abrigarte con las estrellas y elegir bien junto a quién cabalgabas. Los riachuelos traían murmullos de calzones largos, el petate sobrio, la munición a punto, la bolsa con las cuatro monedas a buen recaudo, los ojos avisados, las espuelas abrillantadas, el caballo bebía antes que su jinete, la noche clara obligaba a dormir con la ropa puesta. Una forma de ser y de estar (no siempre son lo mismo) de la que sólo guardamos recuerdos pintorescos cuando de un solo trago damos cuenta de un Jack Daniel´s seco mientras visionamos la cinta de Río Bravo.


lunes, 20 de abril de 2020

Habas Contadas. 20 de Abril.



Debes ser un tipo con un carácter especial para no tener resueltos los asuntos básicos de la vida y que no se note. Los proyectos sustanciales quedan relegados una y otra vez en favor de lo acuciante.

"Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida y ver qué era lo que tenían que enseñarme, no fuese que cuando estuviera por morir, descubriera que no había vivido". — Henry David Thoreau, (1854) en Walden.

El plan es huir del constructo humano de convivencia y volver a la naturaleza. Ella es dura, pero consecuente. La vida que inventamos, sin embargo, pretende ser blanda, pero es corrosiva como la cagada de una paloma de ciudad. Los animales de compañía son uno de los ultrajes que hemos cometido al convertirlos en criaturas artificiosas y manipuladas que ayudan a vernos como bondadosos. Queremos para nosotros los atajos que nos lleven a la bondad que nos es impropia. Nos hemos presentado voluntarios a la esclavitud de lo políticamente correcto y nadie tiene huevos de salirse del carril. Estoy valorando la posibilidad de retirarme a la vida anacoreta del ermitaño que sabe que está solo. Para eso la naturaleza debe reconocerme como parte de ella, que no será asunto sencillo por culpa de la inercia y los aditivos peligrosos que no soy capaz de quitarme de encima. El aislamiento deliberado es el mayor gesto de solidaridad conocido. La multitud es un monstruo de mil cabezas que acaba siendo dirigida por la peor de ellas.


martes, 14 de abril de 2020

Habas Contadas, 15 de Abril.




El contexto es el relato, el hecho es confuso. "Se pone de rodillas" es el hecho, pero necesitas saber si lo hace para rezar, para fregar, para lijar el parqué, para buscar material geológico, para suplicar, para morir ejecutado, para hacer una mamada, para mortificarse, para ponerse a la altura de su hijo. Lo más probable es que sea un tropiezo. Las rodillas no están hechas para tocar el suelo. Nuestro mundo no es el Mundo, es una posibilidad que hemos convertido en reina del espectáculo, nos hemos arrodillado ante él olvidando que existe para nosotros y no al revés. En el origen está el destino. Don Santiago Ramón y Cajal dijo esto sobre lo que hoy llamamos interneuronas: son células de formas delicadas y elegantes, las misteriosas mariposas del alma, cuyo batir de alas quién sabe si esclarecerá algún día el secreto de la vida mental. Quién sabe. La vida mental ha creado nuestro mundo. Pero ella es finita y cambiante, más de lo que la salud exige. Estamos condenados a la enfermedad porque así lo asumimos. Nos arrodillamos ante el ídolo amputado de la proyección mental, lo convertimos en dios del Olimpo al tiempo que perdemos la fe por lo que consideramos intangible y libre.



lunes, 13 de enero de 2020

Los Ladrones de Ideas

Felicitar a la Asociación Cultural Letras Cascabeleras y a su coordinador Víctor Manuel Jiménez Andrada por el éxito de convocatoria. Y, claro está, agradecer que se hayan fijado en la obra "Los ladrones de ideas".
Letras Cascabeleras


miércoles, 4 de diciembre de 2019

Edifice de Ash Thorp



- Estabas buscando una belleza perenne... ¿la ves?
- No.
- Pues eso. Si miras con fijeza la sombra se abisma hacia dentro.









domingo, 21 de julio de 2019

Vodevil




Sí señora, este es el teatro donde se ha interpretado el magnífico vodevil entre la piedra angular (Pedro) de la socialdemocracia nacida de primarias y la coleta que se cayó del caballo (Pablo) para ir a abrevar al socialismo del siglo veintiuno. No sea tímida y acérquese al escenario. Toque usted la tarima donde ocurrió la magia, o mejor dicho; el truco. Llévese un trozo como reliquia. Hágase un colgante. Esto es histórico. Esto no lo predijeron los Simpson. Señora, España es jugadora. Solo juegan los que tienen algo que perder. España tiene mucho que perder. A doble o nada, señora. Si es doble, volverá a jugar, porque ningún jugador lo deja cuando gana. Lo cierto es que el jugador juega para perder, hasta que no pierde no para. Y España acabará perdiendo. Entonces se estirarán los dedos índice para señalar culpables. Cuando pierdes buscas culpables. La culpa son los otros. Y les quitarán lo que tengan ahorrado para volver a jugar y a perder. Porque cuando juegas con desesperación no hay posibilidades de ganar. A España le gusta jugar, señora, y necesita perder por la cosa de la tragedia, tan nuestra, tan hambrienta de sangre propia, como una transfusión envenenada. Calle un momento, señora, escuche el eco aún vibrante del aplauso desde la platea. Nos gusta aplaudirnos la cara.  



martes, 14 de mayo de 2019

Jep Gambardella.




"Puestos a odiar, seamos ambiciosos". Un tipo atildado el tal Jep Gambardella, un dandi circunspecto, avispado y desencantado con la especie humana. No puede ser de otro modo cuando observas con distancia y aceptas lo que ves sin discutir, por no darle importancia. Un tipo que lucha contra la neurosis infecciosa, y no está dispuesto a tapar sus deseos ni sentimientos con convenciones sociales que ya le importan un higo. Un escritor de pies a cabeza que no necesita escribir. Un libro es más que de sobra. Chaquetas de colores chillones y la cara como la de un bulldog volviendo de la ópera son su carta de presentación ante desconocidos que se llevan de él, como de todos nosotros, la mejor parte. Qué tendrán los desconocidos que nos caen tan bien. No nos conocen, y gracias a ello, podemos ser nosotros mismos sin los prejuicios a los que nos hemos postrado. ¿Se parecerá el mundo a como lo experimenta Gambardella? Quién sabe si el mundo se parece a su madre o a su padre. Más tarde o más temprano nos convertimos en seres apesadumbrados por la razón que él esgrime: La nostalgia es la única distracción para quien no cree en el futuro.


viernes, 19 de abril de 2019

Vuelos rasantes




Nieva sobre las aceras negras. La enfermedad traspira por el tabique. Esta tarde me quedo en casa y hago números para llegar a fin de mes sin tener que robar. Recibo un mensaje en el móvil. Es Veni...

Vuelos rasantes de Luis Amézaga


domingo, 24 de febrero de 2019

VUELOS RASANTES



Si buscas estados alterados de conciencia y no asimilas bien el LSD, te aconsejo que acompañes a los personajes de este libro en sus vuelos rasantes. Frida Cerain, controlando a sus demonios, vigilará de cerca los secretos de Daniel Seijo. Roberto y Fausto viven pared con pared a la espera de que el destino juegue con ellos. ¿De dónde ha salido Anne Horcajada, y qué pretende? El poeta Venancio ¿quiere un hermoso cadáver o una inmortalidad retórica? ¿Es Ayli Maine una asesina? Jesús Mari y sus paraísos perdidos. Ariel se mueve con agilidad por los limbos de la existencia. El inspector Morgado se topa con un "nadie" que le da dolor de estómago. Los protagonistas de "Inocencia" no tienen nombre porque quizá no sean tan inocentes.





martes, 12 de febrero de 2019

Arco de seguridad.




Pasas por el arco de seguridad tras dejar tus pertenencias en una bandeja. No se fían. Somos muchos y el porcentaje de locos violentos aumenta en estos edificios. Coja número. Espere su turno. La persona parapetada tras el mostrador te pregunta por la razón que te lleva a molestarla. Los funcionarios de la Administración dan miedo. Ellos pueden ponerle un sello a tu condena, pueden rechazar el trámite a la felicidad. Le digo que mi padre ha muerto, que necesito un certificado de defunción. Me mira, me pide el carné. Me pregunta por el día de la muerte. Se lo digo y en el ordenador no sale, y si ahí no sale no estás muerto, que lo sepas. Me mira con atención, ¿no te habrás equivocado de fecha? Me hace dudar. Ellos siempre tienen razón. Reviso mi memoria. Creo que es ese día. Pues no me sale. Uyy, espera, me dice, que me he confundido al indicar el año. Sonríe. Maldita la gracia. Me da el certificado que oficializa la muerte del padre. Ya puedo irme. Otro será quien venga a solicitar mi certificado. La Administración escribe tu biografía de manera tan abreviada que ya eres polvo.



lunes, 21 de enero de 2019

Venusianos



Esta noche miles de venusianos de un suburbio de la sección 57 del hemisferio sur se han despertado con un imprevisto y desconcertante acontecimiento en sus cielos. Muchos hablan de ovnis, de terrícolas con gordas cabezas y caras de cristal, como hinchados, y con jorobas exageradas. La segunda piel, según los testigos, era reflectante. El resto de la población escucha las declaraciones convencida de que su mundo se está volviendo loco, que al venusiano medio se le va la olla, o que el aburrimiento le anima a inventar historias de ciencia ficción con visitantes terrícolas como protagonistas. Todo el mundo sabe que ese planeta azul está despoblado de vida inteligente. En él solo hay basura y restos orgánicos de seres primarios incapaces de no matarse entre ellos. O al menos eso dicen las tertulias del más allá. 



jueves, 29 de junio de 2017

A modo de epílogo epidural y epifanía epitáfica.



            El humanista Gonzalo Correas, gran refranero, escribió que se usa la expresión son habas contadas "cuando se echa cuentas de cosas claras y ciertas, y granjeos y ganancias que se harán". Se remite a la ancestral costumbre de contar y votar con habas tanto en ámbitos públicos como privados.

            Este libro de habas contadas ha pretendido echar cuentas de cosas claras y oscuras, ciertas y aproximativas, aunque sin opción de ganancias contables. Un paquete envuelto con sabrosas viandas, escenas que en sí mismas son historias, breves, pero completas. Historias que abren la puerta a otras iniciativas a la hora de contar con más extensión, de forma más prolija, las eventualidades de un personaje o de una idea. He pretendido cerrar la boca antes de dar por resueltos todos los enigmas.

            Se arriesga en la hipótesis de que el gran Pitágoras de Samos creía que las habas también tenían alma y por eso se autoinmoló ante un campo de esas leguminosas por no pisarles las ánimas, tan frágiles al pie humano. En cualquier caso, yo sí creo que estas habas contadas que aquí acaban y han sido escritas con toda el alma, tienen una trascendencia que va más allá de lo evidente. Lo efímero en ocasiones vuelve a nuestro magín para quedarse.


            Rechazar la paja no es desmerecerla. Es que en ocasiones uno solo quiere apuntar con el dedo sin tener que perfilar al detalle la figura apuntada. Ser honesto es una obsesión en la literatura. No decir más que aquello que se ha visto, aunque sea entre brumas. Me gusta arriesgar sin caer en el engaño ni en los inventos imposibles. Buscar la sencillez para transmitir la emoción es un objetivo ambicioso.


            "Aunque al principio lo atractivo de cualquier texto sea el tema que aborda, es el lenguaje el que lo sobrevive", leo que dice el periodista y escritor Jaime Fernández en su blog En Lengua Propia. Y estoy de acuerdo. Pero a veces, demasiadas, las palabras se conjuran para traicionarnos y dejarnos en feo delante de las visitas. Y lo maravilloso es que en esas ocasiones suele producirse la magia, la conexión con el otro, con el que recrea lo escrito y el que lo dirige a su terreno biográfico. Allí están bien las palabras, en casa de otro, independientes y con cierta presunción respecto al que las ordenó sobre un papel.


            Paul Auster niega que escribir sea algo placentero. “Es un trabajo duro y se sufre mucho. Por momentos uno se siente inepto: la sensación de fracaso es enorme y eso significa que no hay sentimiento de satisfacción o de triunfo”.


            El sentimiento que tengo en estos momentos es de tensa liberación. Adiós a este bulto sospechoso, aunque sepa que volverá a casa a lavar la ropa, a llorar cuando el mundo cruel le dé la espalda y que me visitará los domingos a probar mi exquisita paella de conejo.

            Lo dejo marchar sabiendo que sus calambrazos en el estómago durarán mucho tiempo. Pero hay que ocuparse de otros asuntos. No conozco la satisfacción plena. El espíritu mordaz, cada vez que mira la vida, no puede dejar de pensar que tiene truco.

            En ciertos momentos he prescindido del gusto, de los placeres estéticos a sabiendas que al final reinaba el desencanto. Los exorcismos sacan lo mejor de nosotros.

            Mis respetos desde este epílogo epidural y epifanía epitáfica, a esos hombres a quienes nunca les pesaron los pies, ni sus pasos se vieron clavados en la tierra. A esos hombres que parecen flotar mientras los demás nos arrastramos. Son hombres libres, caballeros de valores contrastados, que los defienden con coraje sin atender a coyunturas o ternuras. Ya no quedan. Va por ellos, por los inexistentes.

            Por último quiero hacer mención a otro hombre, a otra historia casi verídica, a un tipo que quizá no pertenezca al del grupo anterior, ni falta que le hace. Va por ti. Responde al nombre de Maimónides. Es cordobés y filósofo de baratillo. Luce en negro unos ojos hundidos al fondo de los telescopios que usa de lentes. Barba habitada por una fauna sin clasificar en las enciclopedias y una dentadura donde las eses han encontrado un retiro paradisíaco. Su edad, indeterminada, como suele ocurrir con los hijos putativos de la calle. Es un tipo que frecuenta los pórticos de las iglesias para reírse de las beatas, más que por pedir una limosna que no necesita. Allí puedes acudir a escucharle buenas historias. Las inventadas son las más interesantes, aunque también salpica su discurso con algunas de las otras, más creíbles. Ha necesitado mucho tiempo para superar su adicción a profesiones estrafalarias y frustrantes. Todas las ejerció en su día. Paso a enumerar parte del vía crucis de una trayectoria laboral que sobrecoge: dependiente en una tienda de golosinas, secretario personal de un echador de cartas, masturbador de reses, analista de flatulencias,  empleado de videoclub, representante de estiércol, maquillador de cadáveres para una funeraria, cantador de bolas en un bingo, limpiador de pista en el circo…

            Ahora está curado. Vive del cuento que acabo de contar y de una pensión por incapacidad grave, la del escritor soliviantado. La sociedad socialdemócrata le mima mucho. Son habas contadas.



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Fin.


martes, 27 de junio de 2017

Ante el último acto.



            En la búsqueda de refugio dejó un rastro de agua, un charco de ignominia. Hizo cumbre para esquivar los obstáculos entre el cielo y su cabeza, donde tenía tatuada una cara que no apreciaba. Cuando estuvo arriba miró la pendiente y reconoció la locura. Las huellas nacen en la arena y mueren en el agua que viene a su encuentro. Girar alrededor del planeta será un viaje turístico para los que no se mareen ni tengan apego a esta casa de muñecas. Se sentó junto a unos amigos a confesar que el dinero le ocupaba mucho tiempo, porque mucho era su capital. Los amigos se ofrecieron a aliviarle la carga. Ofendido, se marchó sin pagar la cuenta. Un rico nunca rebusca en los bolsillos, sus gestos son suficientes para saldar deudas. No hace las maletas porque allá donde va es su casa. Amasó dinero con pocas ganas de trabajar y mucho talento. Ahora la tierra y su gravedad le pesan. La enfermedad que tanto define a los mortales se ha convertido para él en una obsesión que no deja de mencionar. Toma un tren y lo hace descarrilar por darse el gusto de conseguir una fotografía impactante. Tanta extravagancia termina por aburrir. Las palomas son animales urbanos que mueren en las calzadas con sangre en las alas. El no conduce. El chófer es el culpable. La conciencia del rico está protegida por un manto mágico. Los electrodomésticos, los remiendos, los plazos fijos, se alejan de su realidad como un artículo de investigación médica en una revista especializada lo hace de la sanidad dispensada en los hospitales. Está enfermo de hipocondría, que es la enfermedad de los sanos que no terminan de creérselo, y con razón. Los finales felices son pausas, no finales. El final verdadero no permite dos versiones distintas, ni sugerencias de los actores. Nadie sale de los créditos a contarte cómo acabó todo. La altura siempre tiene un referente más alto.


lunes, 26 de junio de 2017

Un personaje se rebela.



            En la primera página, sin apenas dar una explicación, el protagonista abre la mano y una pistola automática resbala por ella hasta caer al suelo con una bala menos en la recámara. En la página treinta y ocho todavía resuena la caída del casquillo, y las huellas parlanchinas ponen en apuros al personaje con quien el lector se siente identificado por una extraña empatía hacia las mentes atormentadas. - Aquel tipejo merecía morir - nos dice desde su sórdido escondite a las afueras de una ciudad no nombrada. Así se juega a la ruleta rusa con la vida de papel desde el escritorio de un novelista que huye del horario de oficina, del trabajo productivo, para que leer perjudique seriamente la salud de algún incauto. Total, sale casi gratis deslizar hasta el delirio la historia de un personaje. Pero el autor es tan mediocre y el protagonista tan potente, que éste último se escapa de su alineación justificada sobre el documento de texto y se lanza al cuello del abajo firmante con el propósito de convertirlo en anónimo. La cabeza rota como un muñeco de parabrisas cae sobre el teclado, y el personaje se vuelve a su huida literaria antes de que alguien entre y confunda la realidad con la ficción.