miércoles, 31 de mayo de 2017

El verso trajeado.



            No somos lo que leemos, ni nos respetarán por nuestras lecturas. En un escritor siempre se esconde un asesino que necesita entretener los dedos para no derramar sangre. El verso le mira desde su sofá predilecto. A su verso se le cae el pelo. Canta y aúlla porque se divierte con los desvaríos. Su verso no sabe llorar, gracias a eso evita que la casa se inunde cuando el cuerpo cae roto, desnudo de palabras, alérgico al ritmo, las manos salpicadas de pintura azul, azul, azul sucio y bello, como el vestido de esa mujer que nos habló de amor antes de toser y toser, y escupir fealdad. Deja a su verso escapar después de visitarle en el cementerio de un diccionario escandinavo. No lo llamen, no se volverá, no hará caso, no tiene nombre. Es un verso porque yo lo digo, pero quién lo iba a reconocer con esas pintas de empleado de Goldmand Sachs.


martes, 30 de mayo de 2017

Contingencia.



            Recuerda con claridad que fue a punto de cumplir los treinta cuando cambió las copas nocturnas del sábado por madrugarse los domingos para embaular un desayuno variopinto con sólidos y líquidos que saciaran su apetito para el resto del día, y todo ello aderezado con la lectura de una prensa cada vez más enconada que hasta el día de hoy extiende sobre la mesa como un mapa de operaciones militares. Supone que ésa es la frontera entre la juventud y lo otro que no se atreve a denominar madurez. Esa edad que prorroga con más o menos éxito las obras completas de una vejez donde sujetar la orina ya será una gesta reseñable. Las costumbres cambian porque cuerpo y mente se cansan con aquellos excesos que antes eran el combustible necesario para funcionar. Las costumbres hacen a los hombres sin que éstos se den cuenta. Qué gran poder tienen las rutinas, los ritos, las formas. Cuando la genialidad duerme - y todos sabemos que es dama de largas siestas -, nos quedamos desnudos ante las cámaras y nuestra reacción viene dada por la querencia que hemos trabajado sistemáticamente. Cuánta ternura inspira la pequeñez, lo sencillo, lo emocionalmente directo. Ante lo inmaterial de la gracia, una criatura solo puede hacer presentes materiales. Imagino que alguien nos consideraría, desde una postura altanera que bien podemos reconocer, como entrañables mascotas. 


lunes, 29 de mayo de 2017

Descubrimiento químico.



            Cuando dos bocas se enzarzan por primera vez, aquello que permanecía velado desemboca en el habilidoso acoplamiento reptiliano. Los extraños intuyen que algo les atrae hacia la saliva común, las lenguas ensayan papiroflexias en la cavidad sin fondo, y recién nacidas sensaciones se agolpan rechazando o adoptando al otro para siempre. En el primer beso se marcan las pautas del juego: cuánto durará la relación y quién llevará el peso en los momentos de crisis. El primer beso encumbra o decepciona, nunca deja indiferente. Cuando los labios se separan, los ojos traducen el mensaje con un trazo que secciona la cara. El primer beso es el reconocimiento genético de los cuerpos asombrados ante su proceso hormonal. Tu respiración refrigera su mejilla. Las figuras se acomodan, la piel se trasplanta, los aromas se suman y los adentros son exhumados. El amor puede ser una fórmula química, no lo dudo, pero su formulación siempre es mágica. Inoculados por el nuevo virus, se buscarán para saciar la ansiedad de ocupar más cuerpo que el de uno mismo y mirar con ojos prestados los lugares exóticos del mundo. Por un instante te haces la ilusión de que la soledad queda relegada.


viernes, 26 de mayo de 2017

Movilización.



            Duelen los discursos calientes en la cortedad de la plaza pública, sueltan los globos de colores como memoria de la libertad. Se nota que no saben ocupar la calle. Al final de los discursos abren las compuertas del aplauso, llegan los gritos con el compás roto y los lemas mal ensayados, cojo la mano al líder carismático y lo llevo junto a una señora con las piernas amputadas que cambió el miedo por un poema asimétrico, ella le cuenta su anhelo de correr los mil quinientos metros en las olimpiadas del absurdo, el líder le dice que él sólo ha cometido un pecado: amar profundamente a su pueblo, lo ama tanto que le estorban las personas, así que se quita a la paralítica de encima con palabras aprendidas por la memoria de la libertad como reza la pancarta, dicen que cabemos todos a pesar de los codazos, dicen que cabemos todos y yo digo que depende de dónde quieran meternos, una sola bandera provoca escalofríos, muchas banderas son folclore, alguien sin bandera no es de fiar, las patrias grandes o pequeñas acabarán por devorarnos aunque no seamos adoradores dionisíacos ni el canibalismo nuestro ritual de vida, los gritos golpean el mar de la tarde con puñetazos negros de malecón herido que hace bailar claqué a las embarcaciones a la deriva, hay demasiado ruido en medio de mensajes con higadillo, por lo que dios, una vez más, opta por taparse los oídos.


jueves, 25 de mayo de 2017

La prostituta y el militar.



            El resplandor de la santa rebota en el suelo y se adentra por su campo de Higgs, por su explicación de la vida a golpe de partos y abortos en una sucesión de éxitos y fracasos que vaya usted a saber. Sus caricias son bofetones de aire que ahuyentan las pestañas que tendían a posarse en las condecoraciones del militar empalmado y beodo, tan entregado a su masculinidad que olvida que ella trabaja con las caderas de aceite. El alcohol lo desnuda de alma para arriba, y ella sabe sacarle los colores al niño que se perdió bajo la gorra. Prostituta y militar hacen el amor y la guerra a partes iguales, en una tosca interpretación de garaje, emulando a Afrodita y Ares.


miércoles, 24 de mayo de 2017

Juegos iniciáticos.



            ¿Jugamos a los masajes?, invitó la niña respirando forzadamente por la boca. Sabía ella que era algo inapropiado ese juego en el que buscaba sentir su propio cuerpo. Pero necesitaba las manos flojas e inseguras de ese niño estúpido que no encontraba divertido el masaje. Lo convenció con movimientos que él tildó de extraños. Empezó por las piernas flacas de su amiga que se había tumbado boca abajo en el sofá. No conforme, se subió el vestido hasta la cabeza invitándolo a seguir el manoseo por la espalda. El niño frotaba la piel ahuesada sin ningún entusiasmo, hasta que ella cerró los ojos y se puso a soltar pequeños suspiros. Eso le pareció interesante. Empezó a comprender la relación que había entre el movimiento de sus manos con los retorcidos gestos que se dibujaban en la cara de su compañera de juegos. Dependiendo del lugar de contacto, de la presión que ejercía, y del tiempo que se demoraba, la niña se contorneaba más o menos. También en el culete, acertó a decir ella con un hilo de voz. El niño, obediente, se puso a la tarea y amasó los mofletes traseros lo mejor que supo. Ella movía las caderas y se arqueaba como una pequeña serpiente ante su manipulación. El acabó por ponerse nervioso y le dio un azote con el que dio por terminado el masaje. Ahora me toca a mí, dijo harto de su papel de mandado. La niña, algo decepcionada, se levantó, se arregló la ropa y se fue a buscar a sus amigas mientras le decía que otro día, que ya no le apetecía jugar con él. El niño supo que sus relaciones con las niñas serían siempre conflictivas y decepcionantes.


lunes, 22 de mayo de 2017

Incierto.



            Es un escritor, no sólo un tipo que escribe. Después de matar a su socio con el que compartía un negocio de fontanería en el que no cuadraban los números, pasó por la cárcel haciendo amigos en los talleres de cerámica. Salió con la decisión tomada de que nunca más volvería a escribir novela negra. Ya los personajes le eran demasiado familiares. No podrían colarse en su antigua mentalidad de niño salido del aula  parroquial. Se dedicaría a partir de ahora a la poesía, sí, a la poesía, para que el medio y el fin coincidieran. Se quemó los dedos en la última calada, y el despojo del puro se cayó a los pies de aquel vagabundo que con cuarenta grados a la sombra iba con chaqueta de pana. Los pobres suelen distinguirse porque ellos mismos son su fondo de armario. A su lado, un perro lamía un salivazo del suelo. Ambos miraron a nuestro recién estrenado poeta y a sus cicatrices. La soledad identifica a sus víctimas a distancia. El alcohol, también. El vagabundo hacía honores a una caja de vino barato. Nuestro poeta sin un verso con que aplacar la rayada de su estómago, se imaginaba  bailando los hielos de un vaso ancho. El perro le ladró con cara de perro. El vagabundo tocó un poco amargado la flauta dulce. El se dijo en voz baja y con la lengua quemada: Qué será de nosotros cuando dejemos de pensarnos. Un tiro al fondo de la calle seguido de una sirena le recordó que la novela negra sale en los periódicos. Cuando dejemos de pensarnos... el perro volvió a ladrarle con cara de no haber pensado nunca. Y qué más da lo que ocurra cuando un hombre se adentra en la desmemoria.


viernes, 19 de mayo de 2017

Colapso de Internet.



            Ese cheposo septuagenario con cara de mula adiestrada a sopapos, pasaba las noches en vela urdiendo un plan para colapsar Internet. Había llegado a la conclusión de que era la mejor forma de acabar con el actual mundo, un mundo que voluntariamente dejaba en manos de ese invento de redes el motor de su funcionamiento. El imparable rencor hacia el artefacto comenzó cuando se quedó viudo. Llevaba la contabilidad de las horas desde que su Carmina murió de un derrame cerebral no controlado a tiempo. Desde aquel momento el anciano estaba en la prórroga de sí mismo, y su afán era llevarse a todos por delante, o al menos joderlos lo suficiente para que tuvieran que pensar en algo distinto. Si lograba desactivar ese monstruo de un millón de cabezas que llamaban Internet, haría regresar a la Humanidad al tiempo de los bailables en la plaza, al tiempo de las estrellas visibles desde las ciudades, al tiempo de las cartas de amor. Y si no, al caos absoluto, que tampoco era mala opción. El problema es que él no sabía ni colocarse recto ante un ordenador. Por eso pensó en echar mano de un peón friki dispuesto a ayudarle en su tarea de terrorista informático. No encontró a nadie que le tomara en serio, ni tampoco en broma. Simplemente le ignoraron, que parecía ser lo más compasivo que se podía hacer con aquel abuelo. Lo importante es la intención - pensó -, y seguir un plan a rajatabla. Y así recorría la casa de un extremo a otro mientras el resto de vecinos del bloque dormían. Su mejor ocurrencia, ya febril, fue la de ir con un mazo a destrozar los ordenadores de la caja de ahorros donde cobraba la pensión mínima. Exhausto, con las zapatillas horadadas por los bulliciosos dedos gordos de los pies, cayó sobre el sofá a la espera de un viejo amanecer. Para consolarse de su noche estéril, se dijo que tendría que llamar a uno de sus nietos para consultarle los detalles sobre el funcionamiento de esos artilugios que tenían conexión con otros congéneres. Era necesario conocer al enemigo para atacarle con eficacia. En su vida, siempre se había topado con esa dualidad: muchas ideas y pocos conocimientos para llevarlas a cabo. Pero estaba dispuesto a morir matando, por sus hernias.


jueves, 18 de mayo de 2017

En la Buhardilla.



            Tiene la puerta blindada de óxido, la manilla rota y su universo en contracción evidente. Al otro lado del apuntalado maxilar, la buhardilla adecentada con pasos lentos acaba  en un ventanuco que sonríe a un largo callejón de moribundos sin nombre que la noche aborta como si no fueran suyos, o acaso una consecuencia inesperada de sus actos impropios. Preside el lugar una cama de hierro sollozante, un trono de insomnios con patas cojas, la almohada con durezas irregulares, embozados los pies en escalofríos húmedos. Los ratones se mueven con prisa, pero con la confianza de que nadie los expulsará de ese territorio desnaturalizado. Solo un niño con espíritu de paladín intrépido se columpiará en lo que para él todo es misterio. La soledad es su atracción y su reto. En la buhardilla, aquellos rostros que las formas irregulares insinúan, tienen vida demorada y el cielo parece un cobijo negligente. A esa primera edad el tiempo no significa nada, y las horas son vidas completas. La ficción del hombre adulto habrá de regresar a esos momentos de su biografía si quiere alimentarse de lo que no caduca.


miércoles, 17 de mayo de 2017

Beatífica.



            Querida amiga, dos puntos. Desde que te conozco has calificado de sublime un montón de edificios, paisajes, puestas de sol, personas, escenas de teatro, libros, anuncios, cuadros, espectáculos callejeros de acrobacia... Hasta unas patatas con chorizo en casa Paco te parecieron sublimes. Al principio, me desarmabas gracias a tu melena en libertad condicional y esa sonrisa azul que la genética perfiló certeramente en tu cara. Esos dones, junto a mi dosis de encoñamiento de cuarentón desesperado, fueron suficientes para que cualquier cosa que dijeras pareciera encantadora. Incluso ese jodido mantra adjetivado que te llevaba al éxtasis en medio de un atasco en la carretera de La Coruña, o al escuchar una simple canción de Radio 3 en tu teléfono inteligente. Lo hermoso tiene fecha de caducidad, llega el invierno, estética cruel por su vocación al declive. El tiempo ensancha el cariño y resalta los defectos hasta hacerlos incompatibles con los derechos humanos más básicos. Así que como vuelvas a decir que algo es sublime, me como los mocos a cucharones, escupo hacia dentro y te dejo plantada en medio de cualquier sitio en dirección a cualquier lugar. Con todo el cariño.


lunes, 15 de mayo de 2017

El fracaso.



Los barrios tienen supermercado multiculturales donde el recién llegado porta zapatillas nike y el autóctono esconde su penuria por pudor. La anciana en la cola del cajero lleva la mirada suplicante. En brazos, una botella de aceite de girasol y un paquete de harina. En total, apenas dos euros. Ha tenido que rebuscar entre sus harapos para encontrar hasta el último céntimo. Algunos en la cola mostraban evidentes signos de incomodidad ante la escena. La cajera, muy paciente, cariñosa y profesional, le ha ayudado a dar con la cantidad exacta de su compra. La anciana solo acertaba a decir gracias, gracias, gracias. Una vez recogido el ticket, ha ido a meter el paquete de harina a una bolsa y se le ha escurrido de las temblorosas manos, tapizando el suelo de un blanco nicho premonitorio. La cajera le decía que no se preocupara, que le traían otro paquete de la estantería, que se encargaban ellas de recoger y limpiar, pero la anciana se ha puesto de rodillas para intentar meter lo derramado dentro del paquete. Hemos tenido que levantarla casi a la fuerza mientras repetía: gracias, gracias, gracias.


Estrella del espectáculo.



            Subida a un escenario, con el cuerpo cubriéndome la timidez, es fácil atenazar la emoción de miles de personas predispuestas a las descargas eléctricas, a sentirse vivas, a sentirse. Una melodía, unas palabras bien entonadas, y ellos que se traen hecha la tarea de casa, ponen la sensiblería al servicio de los ojos llorosos que los hacen vulnerables. Así son los conciertos del verano, la gira por las plazas atestadas de gente dispuesta a estremecerse con cualquier melodía que les proponga. El público se abandona con demasiada facilidad. Se nota que van bregando río arriba y sólo desean bajar los brazos y entregarse al delirio merecido. Entre canción y canción la orquesta se explaya en alardes instrumentales. Mientras, me cambio de traje, y observo cómo de un balcón a la izquierda del escenario, cuelgan una docena de sostenes. Descansan del volumen carnal que habitualmente los rellena. Recuerdo que perdí el amor por culpa de una lavadora a la que hacía trabajar demasiado. Mi ex novio, mi ex representante de espectáculos lúdicos en las fiestas patronales, no soportaba tanto trajín de ropa; de la lavadora al tendedero, luego al cesto, luego a la plancha, luego al armario y vuelta a empezar. Es cierto que en invierno, cuando las actuaciones son a puerta cerrada, aún me obsesiono más con la limpieza, con los olores corporales, nunca con el amor. ¡Buenas noches, Astorga!


viernes, 12 de mayo de 2017

Traje nuevo.



            Si supiera cómo se hace, resetearía el disco duro de mi cerebro para salir a la calle con la mirada de un recién nacido embutido en cuerpo de adulto. El mundo es como una de esas heladerías de ahora que ofrecen mil sabores distintos. Estoy harto de pedir siempre el de avellana. El campo de juego es amplio y me he acomodado a jugar sólo por una banda. Así se muere uno, no me extraña. Pero desconozco cómo se cambia sin dejar de ser el mismo. Las formas se han hecho con la identidad sin que ésta proteste. Hace tiempo que no estrello un plato contra una pared. Va siendo hora de la violencia, de despertar al sonámbulo que me habita sin pagar alquiler, con la misma tristeza de una lámpara encendida en plena mañana de verano. Falta luz en la luz. No conozco una casa con la amplitud de ventanas suficiente para captar ese mundo que respira ahí fuera: fogoso, sublime, engrandecido a pesar de nuestra preferencia por las sombras. Fuera persianas, cortinas, marcos y puertas. Fuera, todos fuera. Somos abiertos al exterior o camarote sin respiradero. A elegir. Si supiera cómo.


miércoles, 10 de mayo de 2017

Uno más uno igual a otro.



            Se despierta tu carne bien follada entre las metáforas incomprensibles que corren por la cama que soportó el asedio en el cuerpo a cuerpo. Aún los vecinos están protestando por los cañonazos y los quejidos del amor desangrándose. Ha sido una noche donde nos hemos hecho daño por ver hasta dónde soportaba el placer sin romperse. He tenido que echar mano en la imaginación de mi reserva de mujeres que se quedaron en el camino, para que tú puedas robarles los orgasmos que les pertenecían. Eres la última, el resumen, el zumo más dulce, ése que se bebe a tragos pequeños, diciendo ¡aah! después de cada uno de ellos. Un zumo que rinde, que satisface la necesidad de vitaminas en una noche que aspiraba a ser eterna, como todas. Nos engaña la oscuridad, parece que nunca se irá, que el cuento se ha acabado y a ti te he cogido en el mejor de los abrazos. Beberte mirando al último sol, convierte a un hombre en indestructible. Te beso antes de desvelar tu cara adormilada y gatuna. Con los pies sigues arañando, con tu pelo continúas el engatusamiento y con tu boca pretendes sacarme las humedades. Pero tengo que vivir, tenemos que vivir, por separado, tú una vida y yo otra, creo. No hay una vida para nosotros solos. Aún no la hemos patentado, ni nos dejarían. El mundo es un lugar que no permite rarezas, que no deja que te levantes de la silla sin haberlo perdido todo en su infausta ruleta. Con el amor la vida se retrasa, se hace cuesta arriba como un puerto de categoría especial para un ciclista no dopado. Tu droga sólo sirve para el ensueño. Cuando llegue de nuevo el momento de mirarle el culo, a la hora en que el sol se marcha a quemar girasoles a otro sitio, nos volveremos a reinventar lejos de las ventanas abiertas, inalcanzables a la cobertura de otros ojos, aunque sus oídos no podamos taparlos, o sí: los violamos con nuestras escaramuzas en el frente, con nuestras expresiones de cabo de la legión con la piel llena de metralla. Por delante y por detrás, así es nuestro amor antes de que el ascensor se ponga a bajar gente a la arena.


martes, 9 de mayo de 2017

Esperanza.



            Si no se pierde, a la esperanza hay que matarla, no se puede ser otra cosa de lo que ya eres, reconócelo; lo que buscas lo tienes delante de tus ojos, respira, quítate los adornos que confunden, no corras hacia el paraíso si no sabes quién corre, dios se ha encarnado, se llama como tú, ha copulado con tus diosas, quiere a tus hijos por feos que parezcan, enciérrate en tu habitación y habla con las paredes, no salgas hasta que descifres su lenguaje, y la esperanza haz el favor de dejársela a los suicidas.


viernes, 5 de mayo de 2017

El espejo cóncavo.



            Quizá no seamos tan hipócritas como nuestros actos y omisiones puedan hacer sospechar. Quizá sea que nos engañamos a nosotros mismos por caridad, con un gesto de amparo hacia el prototipo algo defectuoso y que se merece un vigésimo pretexto para ir mejorando sus prestaciones a fuerza de doblarle el espinazo al egocentrismo. La cobardía aumenta según uno se va replegando entre las paredes del búnker que parecen escupir reproches. La crueldad de la que es capaz el cobarde, el malvado ni se la imagina. Intentamos justificar nuestros actos, qué otra opción nos queda para salir indemnes. Si quiero convertir en melodrama lo cotidiano, lo hago y punto. Quién me va a impedir poner un poco de exagerada actuación en esta obra mediocre. Antes histriónico que sencillo. Cuando ganamos una partida invitamos a la siguiente ronda y desplegamos el mejor arsenal de nuestro ingenio con el labio algo levantado. Cuando perdemos una mano, nos masajeamos el alma con sentencias filosóficas y metafísicas. Y es una suerte que aún puedas beber hasta caer inconsciente, hasta que el vómito te despierta de un sueño que tramaba asesinarte con arma blanca. Es una suerte porque llega un día que hasta ese analgésico natural que es la bebida, te sienta como una patada en los fatigados huevos.


miércoles, 3 de mayo de 2017

Plan Renove.



            No me interesa la personalidad, me refiero a la propia. No me gusta rendir culto a mis huesos entumecidos y músculos bajos de forma. Sé que no me la llevaré bajo tierra, que su pictórica estructura llena de matices no es duradera ni fiable. Por eso me conformo con coger de aquí y de allí para ir aliñando el plato de un carácter gris y flexible, pareciendo el mismo a ojos de quien no mira más que la carcasa, el gesto ensayado y los tics familiares. ¿Una hoja al viento? Mejor un junco. Son tantas las reencarnaciones que no me encariño con las peculiaridades de la mente aunque quiera. Media vida llenando de objetos la casa, y la otra media vaciándola para dejarla como estaba. La casa y sus ecos, las paredes. Dicen que en el desierto no hay ecos. Los límites son útiles un determinado tiempo, luego se cambian, por probar nuevas versiones y maneras de decir lo mismo. Es complicado saber cuándo estamos para la chatarra, cuándo ha llegado la hora de aceptar otra oferta, aunque hay pistas: cuando no eres capaz de extraer un jugo nuevo de cada beso, cuando las nostalgias pueden con las expectativas, cuando la ilusión de los otros te hace bostezar, cuando te levantas agotado, con la sensación de haber soñado lo de siempre, cuando te quedas en blanco ante la tragedia, ante la belleza, cuando no suena el teléfono o si suena lo dejas que se apague solo, cuando prefieres la penumbra en las habitaciones que dan al sol, cuando escribes en vez de vivir, cuando le arrancas de cuajo la fe a un testigo de Jehová que se confundió de puerta, cuando el futuro es un bien que no te interesa poseer, cuando el amor no es razón suficiente para mantener el engaño, cuando no te preguntas dónde va el agua del río, cuando en Internet sólo consultas las esquelas, cuando las noticias de hoy ya las habías oído, cuando acudes a las fiestas con un protector de pantalla, cuando un niño se aleja de ti movido por un miedo irracional, cuando una mujer siente lástima ante tu erección a media asta, cuando los viejos te llaman viejo, cuando empiezas a fumar sólo porque en las cajetillas pone que te puede matar.


martes, 2 de mayo de 2017

El espectáculo callejero.



            El espectáculo callejero deposita absurdos en el cotidiano pavimento, escupe música envasada sobre las fachadas de viviendas de protección oficial. Las notas se deslizan como baba de caracol hasta dejar un corrimiento insalubre. Danzantes de lycra, cuerpos torneados ante el espejo de la farsa, un guión acuático con un leñador subido a una farola observando mientras come manzanas. Los niños juegan con sus ropas de mercadillo, los ancianos miran en dirección contraria a donde se produce la trama, pero aplauden entusiastas mientras sea gratis. Los de mediana edad sacan fotos con los móviles y atienden a niños y ancianos con una ojeada. Los ayuntamientos temen que la gente se tire a la calle sin ningún propósito. Ante semejante posibilidad, programan actuaciones que consigan hacer creer en el milagro de la belleza. La música chirría antes de apagarse y deja paso a las ambulancias que dan vueltas en busca de su tesoro de carne y hueso rotos.